19 abr 2021

 

Luthero 1521 en Worms

 Hacerle frente al diablo

 

 

Entre las palabras apócrifas, o dudosas, de Lutero no reconocidas como válidas, la más famosa es: "Ésta es mi postura. No veo otra opción. Que Dios me ayude, Amén". Se dice que con estas frases el monje agustino de Wittenberg finalizó el discurso que pronunció el 18 de abril de 1521 ante el emperador Carlos V, los príncipes electores y demás representantes del Sacro Imperio Romano Germánico en el cónclave de Worms. Esto ocurrió hace medio milenio. La escena de la confesión de Lutero, con la que niega retractarse, hasta hoy día sigue siendo la más conocida y heroica de su vida. Las frases se han convertido en una retórica del gesto patético. Una codificación con valor cívico, a favor de la libertad de conciencia y la defensa comprometida de convicciones propias. Así ingresaron a la memoria colectiva de Alemania, del protestantismo, de Europa y del cristianismo en el mundo entero.

 

¿No deberíamos, pues, entonar con Giordano Bruno - fan de Wittenberg: ¿Se non è vero è molto ben trovato? Incluso aun si el logion hubiera sido inventado - da en el blanco. Porque en este gesto lingüístico se condensa de forma única el carácter icónico de la escena en Worms. La del confesor inamovible, que se apoya únicamente en su conciencia atada a Dios, haciéndole frente al poder eclesial y político. El insignificante monjecillo resiste solamente con la palabra al personaje más poderoso del mundo cristiano de su época, en cuyo reino el sol literalmente no se ponía nunca - David contra Goliat, el cuento del teologillo valiente.

 

En efecto, la desmitologización puede en este caso estar condenada al fracaso. Pero resulta aleccionador visualizar el camino que ha recorrido la fórmula y con ella la imagen del sólido luchador firme en su conciencia. 

En el inició de la memoria sobre lo acontecido en Worms primó desilusión. El recuerdo más antiguo del evento, que más adelante terminó siendo transfigurado, lo proporcionó el profesor de teología Lutero. Apenas saliendo de Worms, le trasmite a su amigo Lucas Cranach en Wittenberg: que su expectativa había sido, que el emperador "reuniera a un doctor o a cincuenta" para vencerlo, a él, un „monje", "honestamente". En cambio, "aquí no hubo lugar a más que esto: ¿Los libros son tuyos? Sí. ¿Quieres, o no quieres revocarlos? No. ¡Entonces lárgate!".

 

Martin Lutero en Worms

 

En el transcurso de los años y décadas siguientes, en el recuerdo que de ella guardaba Lutero, la escena de Worms fue creciendo. Arguyó que Thomas Müntzer nunca había tenido que experimentar angustias como las que él había sufrido en Worms. También le gustaba referirse a su experiencia en Worms como ejemplo de cómo había resistido al gran tentador: el diablo. A los comensales de su mesa en el "Monasterio Negro“ (su hogar en Wittenberg) y a medida que envejecía, el reformador les transmitía la sensación de que Worms había sido una especie de punto de inflexión en la historia, un gran momento en su vida.

 

Nada parece comprobar más a las claras la importancia del acontecimiento "Lutero en Worms", que el eco que recibió a través de publicaciones. Pues aunque la presencia del hereje, que ya había sido condenado legalmente por el Papa, no era el tema más importante del primera cónclave imperial del joven emperador Carlos V, la atención que recibió Lutero en publicaciones eclipsaba todo lo demás. No menos de 120 obras impresas en latín y alemán aparecieron en tiempo cercano a su interrogatorio, informando sobre el mismo. Muchos de estos impresos también contenían partes de sus discursos y el registro detallado de lo que Lutero había hecho y con quién había hablado entre el 16 de abril, día de su llegada, y el 26 de abril, día de su partida. El mismo Lutero y quienes le rodeaban, personas como el secretario privado del príncipe elector de Sajonia: Georg Spalatin, el humanista Justo Jonas (de Erfurt) o el colega de la facultad en Wittenberg Nikolas von Amsdorf, fueron punto de partida para estas publicaciones y por ende, también, para la formulación primera del: "Ésta es mi postura".

 

En su primer interrogatorio, el 17 de abril, Lutero, después de que se le exigiera que se retractara de sus enseñanzas y escritos, había pedido tiempo para reflexionarlo. Es probable que la razón para pedirlo fuera doble: honestamente lo sorprendió que no se le diera espacio para una discusión sobre el contenido de sus enseñanzas, sino que sólo se le preguntarara sobre la autoría de sus escritos y si quería retractarse de ellos. Junto con su asesor jurídico, Hieronymus Schurff, Lutero quiso ganar tiempo para elaborar su discurso. Se le concedió entonces un día de prórroga. No le estaba permitido recurrir a notas escritas para hablarlo. Por eso memorizó el discurso que preparó acto seguido.

 

Es difícil de imaginar que un printing native, autor ducho, acostumbrado a las posibilidades de comunicación que brindaba la imprenta, como era Lutero, no pensara de inmediato en la difusión de su discurso en forma impresa - apenas lo tuviera escrito. Él o su círculo produjeron al menos dos manuscritos de ese discurso; uno fue a parar a la imprenta en Hagenau de Thomas Anshelm, el otro lo recibió el impresor al servicio de Lutero en Wittenberg: Johannes Rhau-Grunenberg. El manuscrito en latín, que fue enviado a Wittenberg, al final (en línea aparte) llevaba añadido en alemán: „No tengo alternativa/ ésta es mi postura/ Dios me ayude/ Amén“ (Ich kan nicht andersst/ hie stehe ich/ Gott helff mir / Amen).

 

Un saludo personal al impresor amigo

 

Probablemente Lutero no finalizara su discurso resumiéndolo con tales palabras, sino que las añadió a modo de saludo personal para el impresor amigo. Tal vez quería decir: Tal mi situación al momento; es seria; pero debo defender mis convicciones! Ahora ya, sólo Dios puede ayudarme. Ecos de expresiones y de la situación del apóstol Pablo (1 Corintios 9,16; Hechos 17,22; 27,21) no parecen casuales. Grunenberg imprimió esta frase en alemán al final del discurso en latín.

 


 

El texto impreso podría haber estado listo a fines de abril, principios de mayo de 1521. Nada se sabe sobre la resonancia del texto en su momento, ni de la línea adicional al final del mismo – que fue y siguió siendo una singularidad.

 

La historia de la repercusión del "No tengo alternativa / Ésta es mi postura" comenzó recién después de muerto Lutero. En 1546 (año de su muerte), se publicó el segundo volumen de sus obras latinas. Allí también se incluyó la tradición vinculada con Worms, incluyendo su discurso -en latín- del 18 de abril de 1521. El hermoso volumen, impreso en páginas de tamaño doble, va precedido por un prefacio a cargo de Felipe Melanchthon. En el mismo rinde homenaje a la "vida y hechos" de su gran colega (Historia de vita et actis ... Lutheri). Sobre el final del discurso en Worms aparece ahora por primera vez, como fórmula de cierre del discurso, la frase: "Ésta es Mi postura/ Yo no tengo opción/ Dios me ayude/ Amén" ("Hier stehe ich/ Ich kann nicht anders/ Gott helff mir/ Amen"). Con la muerte del héroe da comienzo, pues, la memoria - ya iniciada en parte -, la exaltación mítica, la transfiguración, la dimensión cargada de pathos. Debido a que el autoreferencial "Me / Yo" se repite, el foco queda puesto sobre el confesor solitario y valiente, de postura firme, que eleva su mirada al cielo.

 

Ya en 1548, se publicó como edición propia la "Historia ... Lutheri" de Melanchthon incluyendo el discurso de Lutero en Worms. El folleto tuvo un gran éxito y se publicó en 13 ediciones en latín y alemán y dos en francés. En todos los casos, la fórmula de cierre se imprimió de forma solemne, resaltándola con letra más grande. A algunas de estas ediciones se le adjuntó una breve biografía cronográfica en latin perpetuando al reformador en el: "Año de la Confesión en Worms 1521. A los pies del emperador, se paró ante grandes y poderosos, alli donde a orillas del Rin está Worms".

 

Leyendas que se entrelazan con Worms

 

La fórmula "Ésta es mi postura" ingresó en la historiografía ya a fines del siglo XVI. El teólogo de Estrasburgo Ludwig Rabus la incorporó a su historia de los mártires. En calendarios donde eventos especiales se registraban debajo de los días del año, se la colocó bajo las fechas del 17 o 18 de abril. La tradición de Worms incorpora elementos de leyenda: la escena de un intento de envenenar a Lutero, al que sobrevivió milagrosamente gracias a la rotura del vaso; la entrega camino a Worms de una imagen del martir Girolamo Savonarola, que le da un sacerdote en Naumburg; una conversación con el líder de combatientes mercenarios Georg von Frundsberg, quien a viva voz le habría dicho: "Monjecillo, Monjecillo, ahora vas por un camino . . . que yo y muchos comandantes, no hicimos, incluso en nuestro orden de batalla más riesgoso". Una escena de oración, que alguien habría escuchada en secreto, en la que Lutero experimentó su conversión ante Worms, tal como Pablo ante Damasco; la visita de dos judíos que ante Lutero se pelearon por la interpretación mesiánica de la palabra de un profeta a cargo de los cristianos; también la creación del más adelante tan conocido himno de Lutero "Castillo fuerte es nuestro Dios“ era localizada en Worms.

 

En la posterior historia de la recepción del mito de Worms, cada vez menos fue tema la palabra bíblica divina, a la que el Lutero histórico ligaba su conciencia y que confesaba preferir a cualquier discurso pontificio o decreto conciliar. Más bien, se coloca al confesor en el centro de atención. El siglo XVIII lo alabó por su valor imperturbable, su libertad de espíritu, su lucha contra la sujeción de conciencia y su compromiso incondicional con la ilustración.

 

Los patriotas alemanes, ante todo los del siglo XIX, vieron en él al representante de una nación que se oponía a la dominación extranjera del papa italiano y del rey español - en el contexto contemporáneo de la Francia napoleónica, y más adelante después de la derrota y el "Dictado infame" de Versalles (1919). Las obras de pintura historicista, reflejando a "Lutero en Worms" se multiplicaron: junto a la publicación de las 95 tesis y a la quema de la bula de excomunión, Worms fue con mucho el tema más popular del siglo XIX, embriagado de Lutero. Ante todo, se buscó captar el instante "Ésta es mi postura".

 

Se hizo especialmente famoso el cuadro que Hermann Plüddemann presentó en 1864; presentaba a Lutero mirando al cielo con su mano derecha patéticamente levantada y la otra apoyada sobre la Biblia. El emperador Guillermo I. mandó hacer copias al óleo y las hizo colgar en todas las escuelas de Prusia.

 

 


 

 

La historia de la recepción de Lutero en Worms dio varios frutos más. El obispo de Oslo, Eivind Berggrav, vio en la escena de Worms una justificación para la resistencia contra Hitler. Aquí -decía Berggrav- Lutero puso en práctica la regla apostólica de obedecerle antes a Dios que a los hombres (Hechos 5,29). Al defender los derechos civiles de los afroamericanos, también Martin Luther King se inspiró en el ejemplo del fraile alemán. Hasta hoy en día, muchos cristianos protestantes consideran a Lutero en Worms como un símbolo de valor cívico. Pero incluso los enemigos de nuestra democracia utilizan el "Ésta es mi postura – no tengo otra opción", en su propaganda electoral, tratando de legitimar incorregibilidad, obcecación e intolerancia mediante el recurso al supuestamente inamovible e inquebrantable varón de Wittenberg.

 

Lo que se puede decir a modo general en cuanto a esta figura dominante, vale también para "Lutero en Worms“: no se lo consigue sin tensiones, sin ambivalencias. No es facil hacer encajar a Lutero – ni siquiera en en un rol apacible como ejemplo de valor cívico; allí es donde lo ubican los dirigentes eclesiásticos en la actualidad, con tendencia al reduccionismo ético. Lutero era una persona de extremos, apasionada, atormentada y con dudas, con una capacidad de entrega total y contradicciones vibrantes. Eso lo hace tan interesante, tan discutible, tan irritante, tan fascinante. "Lutero en Worms" – una imágen de facetas múltiples, cuya variedad de interpretaciones y recepciones históricas revela bastante sobre Lutero y la historia del protestantismo, sobre su grandeza y sus límites.

 

Autor de este árticulo es Thomas Kaufmann (*1962) - teólogo, historiador de la Iglesia, especializado en la historia de la Reforma, catedrático en la Universidad de Göttingen y pastor.

Se publicó el 4 de Abril 2021 en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung

 

Traducción: Alejandro Zorzin 

 

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