30 jun 2009

No-violencia cristiana (III): en vez de una milla, dos

Walter Wink (* 1935) es uno de los intérpretes más lúcidos de la Biblia. En su pequeña obra "Jesús y la No-violencia. Una tercera opción (2003)", presenta una relectura absolutamente novedosa de un pasaje clave del Sermón de la Montaña. Como la obrita de Wink ha sido publicada en inglés, ofrezco una traducción al español del segundo capítulo 2 de la misma.

"...a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla,
vé con el dos" (Mateo 5, 41)

A manera de tercer ejemplo Jesús trata la situación del caminar una segunda milla adicional. Con ello refiere a la práctica por cierto loable, de limitar el trabajo forzado que soldados romanos podían exigirle a la población de una región ocupada. Los judíos raramente se toparían con legionarios, a no ser en tiempos de guerra o de insurrección. Mas bien se cruzarían con tropas auxiliares acantonadas en Judea, que cobraban la mitad de la paga de un legionario, un grupo bastante problemático. En Galilea, Herodes Antipas sostenía un ejército según el modelo romano; presumiblemente con el mismo derecho a imponer tareas forzadas. A lo largo de las rutas regularmente había marcamillas. Un soldado estaba autorizado a cargarle su mochila a un civil, pero solamente por una milla; forzar al civil a cargarla más de esa distancia se penaba duramente en la ley militar. De esta manera Roma procuraba limitar el enojo de la población que vivía bajo su ocupación y, a la vez, mantener en movimiento a sus ejércitos. Sin embargo, la imposición recordaba de manera amarga a los judíos que eran un pueblo sometido incluso dentro de la tierra prometida.
A este gente orgullosa a la vez que sometida Jesús no les aconseja la revuelta. No se le da "apoyo" al soldado, se lo saca del camino y se le clava un cuchillo entre las costillas. Jesús era plenamente consciente de la inutilidad de una revuelta armada en contra del poder imperial romano y no disimulaba su posición, lo que le costaría la adhesión de los grupos revolucionarios.
¿Pero para qué caminar una segunda milla? ¿Acaso ello no equivalía a caer en el otro extremo, de ayudar y hacer causa común con el enemigo? No es así. Al igual que en los dos ejemplos anteriores, también aquí se trata sobre cómo los oprimidos puede recuperar la iniciativa, sobre cómo pueden afirmar su dignidad de seres humanos en una situación que por el momento no es dable modificar. Las reglas las impone el César, pero no la manera de cumplirlas - eso es cuestión de Dios, y el César sobre eso no tiene poder.
Imagínate la sorpresa del soldado, si llegando a la siguiente marca de milla y proponiéndose volver a cargar su mochilla (el equipo completo pesaba entre 30 y 40 kilos), tú le dices: -No, no, déjamela cargar una milla más.
Por qué habrías de hacerlo? ¿Con qué intención? Lo normal para él sería obligar a otro compatriota tuyo a cargarla; pero ahora tu lo sigues haciendo con gusto y no hay manera de pararte! ¿Se trata de una provocación? ¿Acaso lo consideras un debilucho? ¿Quieres ser amable? ¿Tratas de lograr que lo castiguen, haciendo parecer que él te obliga a caminar más de lo estipulado? ¿Tienes planeado elevar una queja en su contra? ¿Buscas generar lio?
Desde tu posición de servil cumplidor de órdenes nuevamente tu has tomado la iniciativa. Has tomado en tus manos la libertad de decidir. El soldado se pone inseguro, porque ya no puede predecir cuál será tu reacción. Nunca antes se ha visto enfrentado a una situación semejante. Tú lo forzaste a tomar una decisión para la que no cuenta con experiencia previa. Si hasta ese momento disfrutó el sentirse superior al sometido, ahora no lo disfruta. Imagina la comicidad de la situación generada con un legionario romano pidiéndole a un judió: -Vamos, por favor, devuélveme mi mochila! A los ojos de un santurrón, semejante escena puede no resultar graciosa, pero difícilmente no lo haya sido para el auditorio de Jesús; la posibilidad de confundir así a sus opresores les habrá parecido algo realmente bueno.
Algún que otro lector podrá cuestionar que sea bueno poner inseguro a un soldado o en ridículo a un acreedor. ¿Pero de qué otra manera podrían llegar a arrepentirse de lo que hacen personas que oprimen a otras, a no ser que se los haga sentirse incómodos cuando actúan así? Ciertamente existe el riesgo de emplear la no-violencia como una táctica de revancha y humillación. Pero también existe el riesgo del extremo opuesto, cuando sentimentalismo y suavidad confunden el amor incondicional de Jesus con "ser buenos". Con amor un enfrentamiento es capaz de liberar al oprimido de la docilidad y al opresor del pecado.
Incluso cuando la acción no-violenta no cambia de inmediato el corazón del opresor, sí modifica a quienes la ponen en práctica. Tal como lo confirma Martin Luther King, les proporciona un nuevo respeto ante ellos mismos y un coraje del que hasta ese momento no eran conscientes. Ante los ojos de los que tienen poder, las propuestas de Jesus para los que carecen de poder, les podrán parecer poca cosa. Pero para los que han vivido acostumbrados a agacharse, a arrodillarse y a achicarse ante sus amos, los que fueron internalizando el rol de sometidos, este pequeño paso es muy significativo. [...]

Los tres ejemplos aclaran qué es lo que piensa Jesús cuando propone: "No reaccionar violentamente contra quienes obran con maldad." En lugar de las dos opciones -huir o combatir- arraigadas dentro nuestro a lo largo de millones de años de reacción bruta e irreflexiva ante las amenazas biológicas del entorno, Jesús ofrece una tercera opción. Su alternativa marca una mutación histórica en el desarrollo humano: es una revuelta contra el principio de la selección natural [1]. Con Jesús surge un camino por el que se le puede hacer frente al mal sin verse reflejado por él:

- toma la iniciativa
- con creatividad búsca una alternativa a la violencia
- reclama tu propia humanidad y dignidad como persona
- enfrenta la fuerza con el ridículo o el humor
- rompe el círculo de la humillación
- niégate a ser sometido o a aceptar una posición de inferioridad
- pon en evidencia la injusticia inherente al sistema
- toma el control en el juego de fuerzas
- mediante vergüenza presiona al opresor al arrepentimiento
- permanece firme
- obliga a los poderes a tomar decisiones para las que no se prepararon
- toma consciencia de tu propia fuerza
- está dispuesto a sufrir antes que a devolver el golpe
- fuerza al opresor a verte de un modo diferente
- evita situaciones en las que resulte efectiva una puesta en escena de violencia por parte del opresor
- está dispuesto a sobrellevar penalización por violar leyes injustas
- piérdele el miedo al orden establecido y sus reglas


[1] Referencia a Gerd Theissen, Biblical Faith: An Evolutionary Approach (Fortress Press) Philadelphia 1985, p.122.