El 23 de enero de 1546, en medio de un duro invierno y con un precario estado de salud, Lutero viajó de Wittenberg a su Eisleben natal. Iba a actuar como mediador en un conflicto entre los duques de Mansfeld por cuestiones de herencia. Durante la mañana del miércoles 17 de febrero, cuando las difíciles negociaciones entre las partes parecían haber llegado a buen fin, Lutero, muy debilitado, descansó en su cuarto. Por la tarde empezó a quejarse de una fuerte presión en el pecho. Sus amigos lo atendieron y, sintiendo una mejoría, se acostó. A la una de la madrugada del 18 de febrero de 1546 se despertó quejándose: "Ay, Dios Señor, (...) que malestar siento, me aprieta muy duro el pecho, voy a terminar quedándome en Eisleben."
El 23 de enero de 1546, en medio de un duro invierno y con un precario estado de salud, Lutero viajó de Wittenberg a su Eisleben natal. Iba a actuar como mediador en un conflicto entre los duques de Mansfeld por cuestiones de herencia. Durante la mañana del miércoles 17 de febrero, cuando las difíciles negociaciones entre las partes parecían haber llegado a buen fin, Lutero, muy debilitado, descansó en su cuarto. Por la tarde empezó a quejarse de una fuerte presión en el pecho. Sus amigos lo atendieron y, sintiendo una mejoría, se acostó. A la una de la madrugada del 18 de febrero de 1546 se despertó quejándose: "Ay, Dios Señor, (...) que malestar siento, me aprieta muy duro el pecho, voy a terminar quedándome en Eisleben."
Sus amigos más íntimos relatan que luego de una breve oración "empezó a quedarse callado, como si se estuviera desmayando, sin responder a nuestros insistentes llamados y sacudidas. (...) Y al gritarle (...) 'Amadísimo padre, ¿confiesas a Cristo el Hijo de Dios, nuestro Salvador y Redentor?', dijo una vez más, tal que se pudo escuchar, bien fuerte el sí. Después su frente y rostro se pusieron fríos. Y por más fuerte que se le gritaba y sacudía y se lo llamaba (...) ya no respondía; con las manos plegadas una dentro de la otra inspiró suavemente y largó un suspiro. Y (...) así se durmió en Cristo, aproximadamente entre las dos y las tres de la madrugada."
Los colaboradores más cercanos de Lutero -que publicaron un extenso informe sobre su muerte- se preocuparon por mostrar que había sido un instrumento de Dios. Su muerte apacible y confesando conscientemente a Cristo como Salvador y Redentor lo comprobaba. Sin embargo, la veracidad de esa versión fue inmediatamente cuestionada por los opositores. En Roma empezaron a circular versiones bien diferentes sobre la "abominable despedida" del archi-hereje Lutero: "Muchos diablos habrían volado a su alrededor generando tal escándalo que nadie podía estar cerca suyo. Habría clamado como un buey, muriendo finalmente mientras profería terribles alaridos; incluso su fantasma no ha dejado de rondar por la casa...". Para los enemigos estaba claro: el diablo se había llevado su alma.
Ante semejante polémica cabe preguntar: ¿qué fue lo que Lutero trastocó en el seno de la sociedad de su época, para que se generaran pasiones tan encontradas? ¿Qué intereses desafió con su predicación del Dios bueno y misericordioso que salva gratuitamente al pecador?
La visión popular de Lutero
Una forma de responder a estos interrogantes es ver cómo captaron la propuesta de Lutero quienes primero adhirieron a ella. Y eso es posible porque tanto sus seguidores como sus opositores difundieron en forma masiva sus opiniones entre la gente. Entre 1521 y 1524 produjeron una verdadera marea de panfletos y volantes ilustrados, que hoy nos permiten captar cómo interpretaban las propuestas de Lutero.
En la ciudad de Nuremberg -por ejemplo- se fue consolidando un grupo de laicos que simpatizaba con los planteos de Lutero. Entre ellos se destacó Hans Sachs (1494-1576), un joven maestro zapatero y poeta. Los móviles -básicamente económicos- detrás de los reclamos de diferentes grupos en la ciudad, y la consiguiente toma de partido a favor o en contra de Lutero por parte de los mismos, quedó plasmada de una manera muy clara en una obrita de Sachs, ilustrada con maestría por su conciudadano Sebald Beham [ver figura siguiente].
La imagen y los textos que (debajo) la acompañan (en el panfleto original) están diagramados en tres partes. Dos grupos de personas enfrentadas se presentan ante el tribunal de Cristo, juez universal. Éste, con sus emblemas de poder -corona, esfera imperial, y cetro-, ocupa el centro superior de la imagen, rodeado por un aura de nubes. En el grupo de la izquierda se destaca un abogado de la iglesia (con el rollo del alegato acusatorio en su mano derecha) que con su índice acusador señala a Lutero, el primero del grupo de la derecha (identificado por su hábito y el birrete doctoral). Lutero, en cambio, con su índice señala un pasaje en la Biblia abierta, poniendo así como fundamento de su argumentación la Palabra de Dios.
Ambos portavoces reciben el respaldo de otras figuras centrales en cada grupo. El abogado eclesial es apoyado por una abadesa que en sus manos sostiene el cáliz (símbolo de privilegio y exclusividad clerical en la participación del sacramento del cuerpo y la sangre de Cristo).
En cambio Lutero recibe el apoyo de un campesino con rodillas gastadas, que sobre el hombro sostiene su palo para trillar. Es el símbolo de su participación en la producción de trigo y pan, sustento de la economía de esa sociedad básicamente agraria. Además queda sugerida la disposición del campesino a utilizar su palo como arma en defensa de la causa de Lutero. La cesta en el suelo delante de la campesina, con huevos para el mercado, completa la imagen de un grupo de gente dedicada a la producción de alimentos.
Se establece así una clara oposición con la campana (a la izquierda), que el fundidor produce para el sistema eclesial; y con el escudo de armas familiar, que por encargo de algún patricio ha pintado el artista que, con sus hisopos y pinceles, aparece entre la abadesa y el hombre de leyes. Esos escudos de armas solían colocarse en la nave central de las catedrales, reflejando así con su 'cercanía' a Dios los privilegios sociales y religiosos de una pequeña élite urbana. Además una red identifica a un pescador, que se ve perjudicado por la menor demanda de pescado en la época de cuaresma, causada por el crecimiento de evangélicos.
Que el cetro del juez universal se incline -casi paralelo con el palo de trillar del campesino- en dirección al grupo encabezado por Lutero, da a entender por quiénes ha tomado partido Dios en este conflicto.
La dimensión profunda del conflicto se explícita algo más en el "alegato de los impíos" (columna-texto debajo del grupo de la izquierda):
sé tú un mediador en nuestro conflicto,
antes de que nosotros mismos echemos mano
a Martín Lutero, ese individuo dañino.
Él ha escrito y enseñado, y alterado
casi toda Alemania, agraviando
e insultando -a lo largo y a lo ancho-
a la honorable cleresía
por sus prebendas, sus rentas e interés;
también rechaza el culto que dan a Dios. [...]"
oye mi respuesta, pues no estamos bromeando.
Ellos continuamente gritan que me equivoco
pero no quieren entrar en debate,
sólo buscan asustarme con palabras.
Les duele lo que yo destapo:
su gran avaricia y simonía,
su culto falso y ostentación [...].
Por tu Palabra -que es la que enseño-
ellos ahora pierden bienes y honores;
por eso no pueden soportar tu Palabra, [...].
Y digo que por esa misma causa,
es que se quejan en mi contra
gran cantidad de artesanos.
Pues sufren pérdidas
desde que disminuye esta idolatría.
Por eso están molestos conmigo,
en primer lugar: los siervos de Baal [1 Reyes 18],
pues su puesta en escena ya no funciona;
en segundo lugar: Demetrio, el artesano [Hechos 19]
pues su oficio comienza mermar."
En el plano superior se encuentran representados los eruditos teólogos alemanes (caracterizados como animales), que a pedido del papa (en el centro con su triple corona) deben enfrentar y anular a Lutero. El sumo pontífice paga una bolsa de dinero a Juan Eck (el jabalí). Sobre el borde superior izquierdo un obispo y un cardenal acaban de lanzar una bula de condenación contra Lutero; a su lado dos eclesiásticos son tentados con dinero por un emisario que actúa desde el centro del poder pontificio.
En este volante, a la corrupción de las jerarquías eclesiásticas empeñadas en conservar su poder institucional (económico) y a la indiferencia de las autoridades políticas, se le opone la liberación del pueblo sencillo y humilde. Es Lutero quien le ayuda a relacionarse directamente -y sin falsas intermediaciones- con la cruz redentora de Cristo, cuyos beneficios son gratuitos -porque se obtienen sólo por la fe.
El resultado de esta propaganda visual -a su vez filtro y multiplicador del mensaje de Lutero- transmite una clara propuesta de liberación. El régimen espiritual corrupto (la iglesia establecida con sus jerarquías) queda retratado como un sistema presente en todo momento y lugar, que con un falso mensaje ha logrado apropiarse no sólo de las mentes de la gente, sino también de sus recursos económicos -o sea: de sus conciencias y de sus bolsillos.
Dentro de este enfoque, hay quienes identifican a Lutero como portavoz de los intereses de la gente sencilla en contra de los intereses de quienes aprovechan la confusión religiosa en beneficio propio. Si Dios acepta y salva al ser humano pecador gratuitamente, nadie tiene derecho a intermediar esta salvación a cambio de bienes y dinero. Al redescubrir este mensaje del Evangelio y traducir la Biblia al idioma de la gente, Lutero inició un proceso de emancipación que iba contra los intereses de los amos y señores sobre la fe y vida de la gente, en su mayoría líderes sin escrúpulos que aprovechaban su dominio espiritual con un fin económico.
Además, esa propuesta religiosa liberadora de las conciencias -aun cuando Lutero no se lo hubiera propuesto- representaba una crítica al poder que se podía trasladar fácilmente a otros espacios de la sociedad. Allí donde la gente percibía modalidades similares de poder y abuso económico, apoyándose en la gratuidad de Dios bien podía plantear reclamos parecidos. Porque, si Dios en Jesucristo nos ofrece su salvación gratuitamente, ¿qué derecho tienen los poderosos -obispos o príncipes- a aprovecharse económicamente de la gente cuya protección y cuidado les ha encomendado ese mismo Dios?
Hoy como ayer...
A 450 años de la muerte de quien inició semejante revuelo vale la pena señalar cómo, en la óptica de algunos de sus seguidores, la nueva vivencia de fe evangélica desafiaba a los poderes eclesiales... y políticos. Cuestionaba de modo radical su intención de disimular los mecanismos de aprovechamiento económico que imponían a la gente, amparándose en la falsa imagen de un Dios que 'cobra' la salvación que ofrece. Porque si Lutero tenía razón en que Dios no 'cobra', ¿cómo legitimar entonces todo ese sistema? El conflicto que se abría era tremendo, los intereses que se enfrentaban poderosísimos...
Por eso: Lutero ¿instrumento de Dios o del diablo? La respuesta -hoy como ayer- dependerá de quién haga la pregunta: el campesino empobrecido, que a duras penas vive de su sacrificado trabajo, difícilmente responda lo mismo que el fundidor de campanas o la abadesa, beneficiarios directos del sistema de 'cobro'. El desafío consiste en retomar la perspectiva de estos primeros seguidores de Lutero y animarnos a preguntarle a nuestra realidad: si Dios salva gratis... ¿por qué tantos 'cobran'?
FIGURA 1
Retrato contemporáneo de Lutero fallecido en su lecho de muerte
FIGURA 2
“Un nuevo poema sobre cómo el clero y varios artesanos se quejan de Lutero” (alrededor de 1524). Volante con grabado de Sebald Beham (34,9 x 26,1 cm.) y textos de Hans Sachs en tres columnas.
FIGURA 3
"Salida de los creyentes cristianos desde la oscuridad egipcia de las doctrinas humanas a la luz plena de gracia del santo Evangelio de la doctrina y la verdad divina" (1524). Volante de autor anónimo (59,1 x24 cm.) con texto explicativo en tres columnas; impreso por Jacobo Schmidt (Fabri) en Espira.
publicado originalmente en:
Revista Parroquial (de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata/ Buenos Aires)
Año 101 / Núm.7 (julio 1996) pp.4-7.
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