5 nov 1995

Reflexiones sobre el modelo económico a la luz de Lucas 19,11-27

A quien tiene se le da más, y a quien no tiene... ¡se le quita!

Vivimos en tiempos en los que el modelo económico denominado "neoliberal" por unos, o de "globalización de mercados" por otros, parece haberse convertido en el único criterio de verdad para la toma de decisiones sociopolíticas por parte de nuestros gobernantes. La eficacia económica del sistema productivo, financiero, e impositivo, es decir la mayor reducción posible de gastos -incluidos los salarios de quienes todavía tienen trabajo- combinada con el máximo incremento posible de las ganancias -para los inversores- es la única verdad capaz de determinar hasta dónde se ajusta, dónde se invierte y dónde no.

Como toda verdad que se pretende absoluta, ésta no acepta ser puesta en discusión. Si uno intenta debatir temas de la economía y de la política se ve forzado a aceptar como condición previa que esa lógica económica es la única norma válida. Quien se niega a reconocerla, quien no acepta que la oferta y la demanda que nos impone el inestable mercado mundial de capitales es el único argumento sensato, pareciera no tener derecho a opinar ni a ser escuchado.

Sin embargo, y a riesgo de ser vistos como "locos", debemos animarnos a discutir la validez de esa precondición que se nos impone. Ante todo, porque los efectos de esa lógica son devastadores. Sólo un ejemplo: en medio de la "estabilidad", el mercado mundial determina el aumento del precio de los granos, y entonces también en la pampa argentina -granero del mundo— el precio de la bolsa de harina aumenta al doble, y al doble trepa también el precio del pan nuestro de cada día...

Cabe preguntarnos: como cristianos protestantes, ¿debemos someternos sin más a los enunciados de esa lógica? ¿Debemos someternos también espiritualmente a esta salvaje dinámica del ajuste? ¿Acaso la Biblia no nos dice nada al respecto? ¿Será que Jesús mismo fue ajeno a este tipo de problemas; o es que quizás en su tiempo no existían?

La eficacia económica y sus consecuencias

A primera vista parece que Jesús fue lo suficientemente realista como para reconocer las leyes económicas que regulaban la realidad social y política en la Palestina de su tiempo. ¿Por qué, si no, opinaría que a los que ya tenían, se les daría y tendrían más, mientras que a los que poco tenían, hasta ese poco les iba a ser quitado? (ver Mateo 13,12 y 25,29). ¿Acaso no es verdad que, desde que el mundo es mundo, los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos? También parecen convalidar el modelo económico vigente sus observaciones sobre los dueños de los viñedos que pueden recurrir al "ejército de desocupados" que esperan todo el día en la plaza por una "changa" (Mateo 20,1-15); o el ejemplo de los ricos agricultores de Galilea, cuyos silos se llenaban con las cosechas hasta reventar (Lucas 12,13-21). ¿Qué otro consuelo quedaba para los pobres de Palestina, que el futuro Reino de Dios?

Entonces, ¿por qué no someternos también nosotros hoy a la implacable lógica de la eficacia económica como criterio sociopolítico, si el Señor mismo parece no haberla cuestionado?

Pero veamos... Leemos en el Evangelio de Lucas que al acercarse Jesús a Jerusalén se había generado en la gente una tremenda expectativa de pronta realización del Reino de Dios. Al parecer, muchos esperaban que Jesús, el Mesías-Rey, se haría cargo del poder político y religioso en la ciudad capital de Palestina. Ante esas expectativas, Jesús -como era su costumbre- relata una parábola (Lucas 19,11-27). Releyéndola con atención podemos descubrir qué pensaba Jesús sobre el modelo de administración política y económica vigente en su tiempo. Es más, Lucas no deja dudas en cuanto a la duras críticas que Jesús tenía contra el mismo.

La parábola de Jesús empieza presentándonos a un individuo de noble origen que, para ser coronado rey de su país, viaja a la capital del imperio (versículo 12). Evidentemente no era querido por sus conciudadanos, que de inmediato envían una delegación para evitar su designación como rey sobre ellos (vs. 14). Aparte de sus ambiciones políticas, este individuo era dueño de una fortuna considerable, ya que encarga a diez empleados suyos el cuidado y administración de sus capitales durante su ausencia (vs. 13).

Su viaje en busca del poder político es un éxito y regresa con el titulo real. De inmediato manda llamar a sus empleados para controlar los resultados de la gestión económica realizada por cada uno de ellos. Como nuevo rey necesita disponer de un equipo de administradores para las ciudades de su territorio, y el criterio de aptitud para asignarles ese cargo lo proporciona la eficacia económica que hayan demostrado. El más hábil de sus encargados obtuvo una ganancia del mil por ciento. Nadie cuestiona cómo logró ese "milagro económico", los números hablan por sí solos. Sin lugar a dudas se trata de un excelente administrador, que será capaz de controlar las recaudaciones e ingresos que generen diez ciudades: ¡él las hará rendir como si fueran cien! (vs. 15-17). Pero no todos han sido tan eficaces. De un segundo empleado se nos dice que "sólo" logró una tasa de rendimiento del 500 por ciento. Pero también él es útil para integrar el equipo de gobernadores. El criterio es simple: tanto logra multiplicar, tanto recibe para gobernar. Pues se trata de invertir, arriesgar y ganar sumas exorbitantes. La eficacia económica determina la lógica política.

Pero de pronto la fila de exitosos administradores se rompe. El relato nos confronta con un temeroso perdedor; un empleado que no ha ganado nada, que no fue eficaz. ¿Por qué? Al parecer porque conocía la lógica que solía aplicar su amo. El flamante rey era alguien que tomaba lo que no había prestado y cosechaba lo que no había sembrado (vs. 20-21). Su ética no era una ética de trabajo y producción, sino de especulación financiera en circuitos paralelos. Era alguien acostumbrado a lucrar con lo que en rigor de verdad pertenecía a otros.

Enfrentado al hecho, el nuevo monarca le recrimina con furia su ineptitud a ese encargado. Es tan inútil, que ni siquiera supo correr un riesgo razonable e invertir el capital en los circuitos financieros oficiales. Porque si hubiera puesto el dinero en un banco, por lo menos ahora se podrían cobrar los intereses (vs. 22 y siguientes). Alguien así no sirve para el modelo económico en el que sustenta su proyecto político el nuevo rey. Por eso lo despide, no sin antes quitarle lo poco que tenía para dárselo al que tenía más. Lógico, porque éste lo incrementará con total eficacia -fuera de los circuitos financieros oficiales.

La actitud del rey es tan dura que suscita un atisbo de solidaridad entre los hasta ese momento colegas del fracasado. "Señor, ¿no se le estará yendo un poco la mano, cuando le da más al que ya tiene mucho, y deja sin oportunidad de volver a intentarlo al que apenas tenía algo?" (ver vs. 24). Pero no logran conmover al rey, porque la lógica de la eficacia económica es inmune a este tipo de razonamientos, el capital no tiene corazón ni patria. En este modelo no hay lugar para sensiblerías. Y como para que no queden dudas sobre cuál es el esquema fundamental de su plan económico y político, el flamante rey explica su lógica: "a todo el que produce, se le dará, pero al que no produce, se le quitará hasta lo que tiene" (vs. 26 y siguientes). Los que sean capaces de multiplicar el capital inicial -y no importan los métodos: se puede reclamar donde no se invierte y cosechar donde no se corrió riesgo de producir- van a ser premiados por el sistema con mayor responsabilidad política. Los que no generen ganancias exorbitantes, sufrirán las consecuencias.

A esta altura del relato uno no puede más que preguntarse: ¿qué consecuencias cabe esperar de un modelo así? Un modelo cuyo único parámetro es la ganancia desmedida en un sistema de inversiones que permite rendimientos a corto y mediano plazo del 1000 ó del 500 por ciento? Jesús no deja lugar a dudas. En el pasaje final de esta terrible parábola da la respuesta: la última consecuencia de esa lógica es la extrema violencia política, el terrorismo de Estado. Los conciudadanos que se habían opuesto a ese modelo -y recién ahora sabemos qué motivos tenían para oponerse a que ese individuo llegara a ser su rey- son ejecutados por orden suya (vs. 27). La consecuencia final de esta lógica económica convertida en único criterio sociopolítico es la violencia ejercida desde el centro de poder contra quienes se atreven a disentir con él: "tráiganlos acá y decapítenlos delante mío."

Un modelo antievangélico

La Palabra de Dios, la parábola de Jesús -tal como nos la transmite Lucas- nos toma por sorpresa. Mirándola desde esta perspectiva nos puede hacer correr un escalofrío por la espalda. No es difícil darse cuenta por qué Jesús fue ejecutado. Alguien que ante las puertas de la poderosa capital se anima a desenmascarar con tanta claridad la lógica inhumana del modelo político que sus gobernantes aplican con el aval del Templo -convertido en cueva de ladrones (ver Lucas 19,45-48)- termina siendo un peligroso enemigo del sistema. Jesús era capaz de invertir los valores y la lógica sobre la que se sustentaba el modelo de la pax romana. Desde lo más profundo de su fe cuestionaba radicalmente esa lógica que a los que casi nada tienen les quita hasta lo poquito que necesitan para sobrevivir, transfiriéndoselo a quienes ya tienen mucho, para que espe-culando tengan más todavía. Para el Jesús que conoció Lucas, ese modelo económico-político basado en la injusticia sólo era capaz de generar violencia; era un anti-Reino.

Por eso, si el Evangelio sólo sirviera para confirmar nuestras impresiones de la realidad, si la Palabra de Dios revelada en Jesucristo no nos ayudara más que a confirmar esa cruel y angustiosa situación que nos toca vivir, no sería Buena Noticia. Dios suele cuestionar y criticar el orden de cosas que nosotros damos por irreversible. Y por eso, lejos está él de aceptar una lógica con efectos tan destructivos para la sociedad. Es más, en las palabras de Jesús la cuestiona hasta su misma médula.

Dios no avala la especulación económica, ni la cultura del despilfarro -consecuencia de la primera- como estilo de vida evangélico. Dios no se identifica con los inversores que recogen donde no siembran, e implacables reclaman débitos donde nada prestaron. El Evangelio sigue siendo buena noticia porque, entre otras cosas, justamente no avala la lógica salvaje de la eficacia económica. Por eso debemos rechazarla como condición previa para el debate.

La paz de Dios no es compatible con una más o menos sutil violencia económica que hace que los que tienen poco, cada vez tengan menos, mientras los que tienen de más, cada vez tengan más todavía. Porque Dios es Dios y su Reino no es de este modelo, es que los cristianos protestantes podemos y debemos protestar, planteando nuestro desacuerdo con la lógica de la eficacia económica como único criterio para diseñar el futuro de nuestros países y el de nuestros hijos.

¿Cómo leemos las parábolas?
(1)
En nuestra tradición cristiana hemos sido acostumbrados a interpretar el sentido de una parábola como si éste siempre estuviera referido a Jesucristo. Esto es natural, ya que a la luz de su muerte y resurrección las comunidades cristianas lo empezaron a ver a él como eje y centro del mensaje que les había dejado. Sin embargo, antes de su ejecución, cuando Jesús recorría Palestina predicando a la gente, no era él el centro y eje del mensaje que comunicaba; él no se proclamaba a sí mismo, sino que hablaba del Reino de Dios. Jesús anunció la buena noticia de la cercanía del reinado de Dios: "Sucede con el Reino de Dios como cuando..." Por eso, una forma posible de reinterpretar una parábola es preguntarse por su sentido antes de ese corrimiento en los énfasis del mensaje cristiano que provocó la Pascua. ¿Cómo pudo haber sonado esa misma parábola, pero referida al Reino de Dio.? ¿Cómo entendía Jesús que era ese Reino de Dios que el proclamaba? ¿Tenía similitudes con las formas de reinar y los reinos que la gente conocía? ¿O era muy diferente? ¿Y en qué consistían las diferencias?
(2) Además se suele suponer que las parábolas expresan su sentido en "clave". en un lenguaje "codificado": que el verdadero sentido de la parábola no es el que nos trasmite la dinámica (el guión) manifiesta del relato, sino algo mucho mas profundo, que a primera vista queda "oculto". Ya los mismos evangelistas nos inducen a ello, por ejemplo cuando interpretan -alegorizando- la parábola del sembrador. Pero si la trama "visible" de la parábola tiene un sentido propio. ¿por que no animarse a reflexionar también sobre ella? Quizas no siempre resulte imprescindible "decodificar" una parábola para poder encontrar su "verdadero" sentido. Por lo general, la acción que transcurre en las parábolas (el guión) es muy real, muy vital. Entonces. ¿qué pasa si nos quedamos en ese nivel real, cotidiano de la parábola, sin decodifcarla o traducirla?
(3) Las parábolas que nos trasmiten los evangelios ya no reflejan la "forma original" de la parábola tal cual la pudo haber pronunciado Jesús. Marcos, Mateo y Lucas recogieron formas de parábolas acuñadas por una tradición comunitaria previa. Además las integraron a la estructura de su propio relato sobre Jesús. Por eso. la "misma" parábola no necesariamente apunta a la misma idea central, según la haya adaptado y nos la relate Mateo, Lucas o Marcos. De acuerdo al interés particular de cada uno de ellos, el sentido de una parábola puede quedar resaltado con énfasis distintos. De aquí que sea posible y legítimo preguntarse: ¿Que función cumple tal o cual parábola contada en ese preciso lugar de ese Evangelio particular?

publicado originalmente en:

Revista Parroquial (de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata/ Buenos Aires)
Año 100 / Numero 11 (noviembre 1995) 10-13.
reeditado en:

La Nueva Humanidad (Selecciones de Espiritualidad Cristiana/ Buenos Aires) Año 1/ Número 1 (diciembre 1999 / enero-febrero 2000) 94-99.
en traducción al inglés:
"Reflections on the Economic Model in the Light of Luke 19:11-27"; en: Canadian Ecumenical Jubilee Initiative: Jubilee, Wealth & The Market; Toronto 1999, pp. 47-51.

1 oct 1995

Un palo atravesado en la rueda del terror


Dietrich Bonhoeffer:
A cincuenta años
de su ejecución por el nazismo.

Poco antes de que la Segunda Guerra Mundial llegara a su fin, la madrugada del 9 de abril de 1945, fueron ahorcados en el campo de exterminio de Flossenbürg varios prisioneros alemanes involucrados en una conspiración para atentar contra la vida de Hitler. Uno de los ejecutados era pastor luterano y profesor de teología. Luego de su muerte la influencia de su pensamiento creció y se expandió mucho más allá de los límites de su patria. El siguiente artículo ofrece una breve reseña de su vida y de la opción que lo llevó a la muerte a los 39 años de edad.

Sobre finales de 1942 el pastor luterano alemán y profesor de teología Dietrich Bonhoeffer, reflexionando sobre la situación en la que se encontraban él, su hermano mayor Klaus Bonhoeffer, sus cuñados Hans von Dohnanyi y Rüdiger Schleicher y otros integrantes de un grupo involucrado en planes de resistencia y atentado contra Adolfo Hitler y la plana mayor del Tercer Reich nacionalsocialista, escribió lo siguiente:

«Sigue siendo una experiencia de incomparable valor que, por una vez, nosotros hayamos aprendido a ver los grandes acontecimientos de la historia mundial desde abajo, desde la perspectiva de los excluidos, sospechados, maltratados, impotentes, oprimidos y escarnecidos, en una palabra: los que sufren. Sólo importa que durante este tiempo ni la amargura ni la envidia hayan devorado el corazón, para poder mirar lo grande y lo pequeño, suerte y desgracia, poder y debilidad; y que nuestra mirada para la grandeza, la actitud humanitaria, el derecho y la misericordia se haya vuelto más clara, más libre, más incorruptible. Es importante que el sufrimiento, antes que nuestro éxito personal, sea una clave más útil, un principio más fructífero para la atenta y activa exploración del mundo. Es importante que esta perspectiva desde abajo no se transforme en un tomar partido por los eternos insatisfechos, sino que desde una serenidad más elevada, cuyo fundamento en realidad está más allá del arriba o el abajo, hagamos justicia a la vida en todas sus dimensiones, para de ese modo avalarla (1)

¿Quién era este pastor de la Iglesia Evangélica de la Antigua Unión Prusiana, que después de dos años en las cárceles del régimen nazi fue asesinado junto con algunos de sus compañeros en la resistencia, el 9 de abril de 1945, en el campo de exterminio de Flossenbürg?

Pastor y profesor de teología

Dietrich Bonhoeffer había nacido en Breslau (Silesia) el 4 de febrero de 1906. Él y su hermana gemela Sabine fueron penúltimos en el grupo de ocho hijos del matrimonio formado por Paula von Hase y Karl Bonhoeffer. El padre, profesor de psiquiatría y neurología, se trasladó con su familia a Berlín en 1912, para asumir una cátedra universitaria. Ya con 14 años Dietrich había decidido estudiar teología evangélica. Inició sus estudios en la Universidad de Tübingen en 1923. Luego de un viaje a Italia en 1924, los prosiguió en Berlín, concluyéndolos a fines de 1927 con la obtención del doctorado. En su tesis, supervisada por el profesor Reinhold Seeberg, trató el tema de la iglesia como Comunión de los Santos, analizando su sociología desde una perspectiva dogmática y teológica. En 1928 comenzó a prepararse para el pastorado con un año de vicariato en la congregación de residentes alemanes en Barcelona (España).

De regreso en Berlín, a comienzos de 1929 se abocó a elaborar una segunda tesis académica en teología que lo habilitaría para la docencia universitaria. Terminada en apenas medio año, el 31 de julio de 1930 presentó su ponencia inaugural en la universidad, obteniendo así el permiso para enseñar. Paralelamente había cumplido ante la iglesia de la provincia Berlín-Brandeburgo los requisitos para la ordenación al pastorado. Sin embargo ésta debió posponerse por no haber cumplido la edad mínima exigida (25 años).

Bonhoeffer aprovechó el compás de espera para hacer un viaje a los Estados Unidos, donde estudió en el Seminario Teológico Unido de Nueva York. Las estadías fuera de Alemania resultaron de gran importancia para él, ya que le ayudaron a ampliar su horizonte. Esto, junto a su paulatino acercamiento al naciente movimiento ecuménico, le permitió ver las cosas con una óptica menos estrecha que la de muchos de sus colegas alemanes.

Desde su elección como uno de los tres secretarios juveniles para Europa en la reunión de la Alianza Mundial para la cooperación fraterna entre las iglesias, en Cambridge (septiembre de 1931), Bonhoeffer participó activamente con ponencias en encuentros ecuménicos internacionales. A partir de 1932/33 abogó en ese ámbito por una iniciativa ecuménica que asegurara la paz mundial amenazada por el fascismo europeo.

En el semestre de invierno de 1931/32 comenzó su actividad como docente honorario en la Facultad de Teología de la Universidad de Berlín. El 11 de noviembre de 1931 fue ordenado pastor y se le encomendó impartir cursos de confirmación a un grupo de jóvenes en el barrio obrero berlinés de Wedding. Bonhoeffer asumió esa tarea con la misma dedicación que sus cursos en la Facultad de Teología.

La Iglesia Confesante ante el Estado nazi

La toma del poder por Hitler y el Partido Nacionalsocialista en Alemania entre enero y marzo de 1933 planteó nuevos desafíos a Bonhoeffer y al círculo de profesionales amigos con los que se encontraba conectado en Berlín. Fue ante todo la legislación discriminatoria contra los judíos la que lo llevó a cuestionar a un Estado que se excedía en su función de preservar el orden y el derecho.

La política del Tercer Reich hacia las iglesias regionales evangélicas también generó conflictos. Hitler quería un iglesia evangélica imperial unificada, en lugar de una serie de iglesias territoriales con sus respectivos gobiernos eclesiales. Dentro de las iglesias evangélicas el entusiasmo populista germánico suscitado por los nacionalsocialistas tomó forma en un Movimiento de Fe Cristianos Alemanes [Glaubensbewegung Deutsche Christen]. Ante la aceptación del criterio de discriminación de pastores cristianos de origen judío [Arierparagraph] dentro de la Iglesia Evangélica Prusiana Bonhoeffer decidió no aceptar el cargo pastoral que ésta le ofrecía en Berlín.

En una carta a su abuela de agosto de 1933 escribe: «Cada vez me resulta más claro que vamos a recibir una gran iglesia nacional y étnica, algo que el cristianismo en su esencia no tolera [...]. La cuestión en realidad es Germanismo o Cristianismo y cuanto antes surja a la luz este conflicto, tanto mejor. El intento de disimularlo es lo más peligroso.»

Sin embargo, su lucha dentro de la iglesia por lograr que sectores opuestos a los Cristianos Alemanes formularan tajante y críticamente una base confesional diferente y se opusieran a la cooptación de la iglesia por el poder político nazi no tuvo mucho eco. Frustrado y aislado decidió aceptar el pastorado de la comunidad de residentes alemanes en Londres, hacia donde partió en octubre de 1933.

En una carta al teólogo suizo Karl Barth, a quien admiraba, describió esa experiencia: «Sentía, sin poder comprenderlo, que me encontraba en una radical oposición contra todos mis amigos; mis opiniones sobre la cuestión me llevaban más y más al aislamiento, a pesar de que en lo personal mantenía una estrecha relación con esas personas.»

La lucha dentro de la iglesia evangélica se radicalizó. En mayo de 1934 (sínodos confesantes de Berlín-DahIem y Barmen-Gemarke) se perfiló el surgimiento de un movimiento de Iglesia Confesante, que en las iglesias evangélicas regionales intervenidas por el poder central hizo surgir órganos de liderazgo paralelos.

Bonhoeffer la definía así: «La Iglesia Confesante no confiesa en abstracto, no confiesa contra los anglicanos o las iglesias libres, en este momento ni siquiera confiesa contra Roma, ni hablar que el luterano confiese contra los reformados, sino que confiesa de manera concretísima contra la iglesia teuto-cristiana y contra la nueva idolatría pagana a las creaturas; para la Iglesia Confesante el anticristo no está en Roma, o en Ginebra, sino en la Administración Eclesial Imperial en Berlín.» (2)

Así se formó la Liga de Emergencia de Pastores [Pfarrernotbund] y los Consejos Fraternos [Brüderräte]. Una de las tareas más importantes que debían enfrentar era la formación práctica para el pastorado de los jóvenes teólogos que habían terminado sus estudios en la facultad. Para ello tradicionalmente las iglesias evangélicas tenían Seminarios para Predicadores [Predigerseminare]. Como varios de ellos se habían plegado a la línea eclesial oficialista, los Consejos Fraternos decidieron crear nuevos seminarios para formar allí una resistencia de jóvenes pastores confesantes. Para dirigir uno de estos Seminarios de Predicadores se lo llamó a Bonhoeffer desde Londres a comienzos de 1935. Las tareas eran sostenidas con donaciones de congregaciones fieles al movimiento de la Iglesia Confesante.

El 26 de abril de 1935 Bonhoeffer inició el trabajo con la primera promoción en Zingst (Pomerania) y en junio de ese año se trasladaron a Finkenwalde (cerca de Stettin). En el marco de esos cursos, que buscaban preparar a los jóvenes teólogos para la práctica del ministerio pastoral, Bonhoeffer comenzó a ensayar un modelo de vida comunitaria inspirado en el orden que regula la vida monástica anglicana. La espiritualidad, la reflexión teológica, la interpretación de la Biblia a la luz de la realidad política, la convivencia fraterna, todo servía para consolidar nuevos grupos eclesiales de resistencia crítica ante el avasallamiento de la autonomía de la iglesia evangélica por parte del estado nacionalsocialista en complicidad con los grupos teuto-evangélicos.

En agosto de 1936 el Ministerio de Cultos le suspendió a Bonhoeffer el permiso para dictar cursos en la universidad, y en 1938 fue separado de su cargo docente. El Seminario de Predicadores en Finkenwalde, en el que se formaban diez cursos consecutivos, fue clausurado por la policía en octubre de 1937. A pesar del edicto de Himmler (septiembre de 1937) que prohibía a la Iglesia Confesante continuar con la formación de sus pastores, la tarea siguió entre 1938 y 1940 bajo la forma de Vicariatos Congregados [Sammelvikariate] en Pomerania Ulterior, en cercanías de Kóslin y Schlawe.

Bonhoeffer volcó esas experiencias de formación teológica y pastoral para una iglesia confesante y combativa en dos obras muy importantes: Seguimiento [Nachfolge, noviembre de 1937] y Vida en Comunidad [Gemeinsames Leben, septiembre 1938; publicado en 1939]. En el correr de 1940/41 su situación se complicó porque las autoridades le impusieron sucesivamente la prohibición de expresarse (septiembre 1940) y de imprimir o publicar (marzo 1941).

Hacerse astillas

A través de su cuñado, el abogado Hans von Dohnanyi —consejero en el Tribunal Supremo del Reich— ya en febrero de 1938 Bonhoeffer tomó conocimiento de planes para derribar a Hitier. Ante la posibilidad de ser incorporado al ejército —por la guerra en ciernes— trató de obtener de la dirigencia provisional de su iglesia encargos para tareas ecuménicas. En junio de 1939 pasó un mes en Nueva York, pero sin decidirse a aceptar un cargo docente que se le ofrecía allí. Regresó a Alemania y recibió de la Iglesia Confesante el encargo de realizar tareas de visitación a congregaciones en Prusia oriental.

Para ese entonces estaba involucrado con el grupo del general Hans Oster, Hans von Dohnanyi y Josef Müller, quienes planeaban un atentado contra Hitler para evitar una guerra en el frente occidental. En octubre de 1940 Bonhoeffer decidió entrar al servicio del Departamento de Contraespionaje Militar del ejército alemán, comandado por el almirante Wilheim Canaris. Desde esa oficina se gestaban planes de golpe contra Hitler y se buscaba establecer contactos con personalidades de las potencias aliadas. Para ello servían los contactos y viajes ecuménicos que Bonhoeffer podía realizar al exterior como agente del servicio de contrainteligencia del ejército. Pero después de los fallidos atentados contra Hitler durante su visita al frente Ruso —entre el 13 y 21 de marzo de 1943— el 5 de abril también fueron detenidos von Dohnanyi, Müller y Bonhoeffer, acusados de disgregación de las fuerzas armadas.

Desde ese momento hasta su ejecución, Bonhoeffer permaneció en prisión, tiempo que aprovechó creativamente para la I reflexión teológica, gran parte de la cual hizo llegar a su círculo de amigos en Cartas desde la Prisión. La situación carcelaria se volvió más dura después del fracasado atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944, llevado a cabo por el coronel Claus Schenk, conde von Stauffenberg. Las frenéticas investigaciones posteriores al atentado lograron dar con materiales incriminatorios que conectaban a Bonhoeffer, a su hermano Klaus y a otro de sus cuñados (Rüdiger Schleicher) con el grupo conspirador nucleado en torno a Canaris.

El 8 de octubre de ese mismo año fue trasladado a una cárcel de seguridad de la Gestapo y así terminó casi todo contacto con el mundo exterior. Después del fallo condenando a muerte a su hermano Klaus y su cuñado Schleicher, fue transferido al campo de exterminio Buchenwald (cerca de Weimar). A comienzos de abril de 1945 —ante el avance del frente aliado— fue trasladado al campo de exterminio de Flossenbürg. Allí tuvo lugar un brevísimo juicio sumario que condenó a muerte al almirante Wilhelm Canaris, al general Hans Oster, al juez militar Karl Sack, al abogado Theodor Strünck, al capitán Ludwig Gehre y al pastor Dietrich Bonhoeffer.

En la madrugada del 9 de abril de 1945 fue ejecutada la sentencia. Los condenados fueron ahorcados con finas cuerdas de piano, para hacer más lenta y dolorosa la asfixia. Casi al mismo tiempo era ejecutado en Berlín el cuñado Hans von Dohnanyi y pocos días más tarde, en el campo de exterminio Sachsenhausen, fueron asesinados Klaus Bonhoeffer y Rüdiger Schleicher.

Dos textos de Bonhoeffer quizás sirvan para iluminar los puntos de referencia que permiten entender la dramática opción que, como cristiano, realizó ante el terrorismo genocida del régimen nazi-fascista del Tercer Reich. En su ensayo de 1933, donde cuestiona la discriminación que las leyes del estado hitlerista ejercen contra la población judía, dice lo siguiente en cuanto a la opción más radical que el cristiano puede asumir ante un Estado que ejerce ilegal violencia sobre sus ciudadanos:

«La Iglesia tiene un compromiso ineludible para con las víctimas de cualquier orden social, incluso cuando no forman parte de la comunidad cristiana [...]. La tercer posibilidad [de enfrentar el accionar ilegal del Estado] consiste no sólo en brindarle asistencia a las víctimas que caen bajo la rueda, sino en atravesársele ella misma entre los rayos [dem Rad selbst in die Speichen fallen]» (3).

Esa opción, en el caso de Bonhoeffer, siempre estuvo contenida por una profunda confianza y fe en Dios. A fines de 1944, en un último poema que envía a su madre y a su novia María von Wedemayer, describe esa confianza con las palabras siguientes:

Rodeado, leal y serenamente, por poderes buenos,
maravillosamente consolado y protegido,
así quiero vivir estos días con ustedes
y acompañarlos caminando a un año nuevo.

[...]

Protegido maravillosamente por poderes buenos,
esperamos confiados lo que pueda ocurrir.
Dios está con nosotros al
atardecer y cuando amanece
y con toda seguridad en cada nuevo día.

NOTAS

(1) Eberhard Bethge (editor): Dietrich Bonhoeffer. Gesammelte Schriften. Tomo II, Munich 1959; pag. 441 (todas las traducciones son del autor).
(2)
“Die Bekennende Kirche und die Ökumene" (= La Iglesia Confesante y la ecumene), agosto 1935, en: Gesammelte Schriften, Tomo I, pág. 253 y siguientes.
(3) "Die Kirche vor der Judenfrage" (= La Iglesia ante la cuestión judia), abril
1933, en: Gesammelte Schriften, Tomo II, pág. 48.

publicado originalmente en:
Revista Parroquial (de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata) Año 100 / Número 10 (octubre 1995) 8-12

publicado también en la la revista:
Encuentro y Fe (del Centro Unido de Educación Cristiana/ Buenos Aires) octubre/noviembre 1995.