11 abr 2021

Martin Lutero – en tiempos de pandemia



Textos para una clase abierta -via Zoom- por la
 
Comunidad Teológica de México / Instituto Internacional de Estudios Superiores

 - 30 de octubre 2020

 

 

Sobre la muerte o la peste – que arrasa y sigue perdurando

 

Xylograbado del artista anónimo – llamado “Maestro del Petrarca“ (por sus ilustraciones creadas en 1519 para la obra De remediis utriusque fortunae del humanista italiano).  Sobre el margen izq. se ve a un peon muerto junta al cadaver de un caballo. En primer plano yace un campesino también fallecido rodeado por cadáveres de un perro, un gato, un gallo y dos palomas. En el lecho el enfermo ha sido atendido por el médico, que le abrió el ganglio axilar del que drena pus. Con un paño empapado en vinagre tanto el médico como la mujer se cubren nariz y boca para protegerse de los „vahos infecciosos“. En el espacio vacio del  diseño original (1519) estarían representados los santos protectores de la peste: San Sebastián y San Roque. Los mismos fueron eliminados del taco, cuando la obra finalmente se imprimió en 1532 (ya entonces establecida la reforma evangélica con su crítica de la devoción a los santos como idolatría).

De este artista se han conservado unas 730 xilografías. Se lo considera uno de los mejores ilustradores de su época. Reflejó con notable realismo al ser humano de su época, personas en escenas cotidianas de la sociedad del siglo XVI. Con su habilidad logró captar tanto escenas del mundo rural como urbano con lujo de detalles. Sus grabados se utilzaron e imprimieron en distintas ciudades entre 1518 y 1620, pasando los tacos de dueño a dueño. En especial en las grandes imprentas de Augsburgo, Estrasburgo, Nuremberg, Maguncia, Frankfurt, Landshut y Venecia.

(Fuente: Walther Scheidig: Die Holzschnitte des Petrarca-Meisters, Berlin 1955, p. 295)

 

Durante el siglo XIV a causa de la peste había muerto un tercio de la población de Europa. Se suponía que la pandemia era causada por aire contaminado, por emanación de vahos inmundos. En ese entonces no se sabía que la plaga era transmitida por la picadura de pulgas que vivían en las ratas.

Durante el siglo XVI la epidemia varias veces afectó a Wittenberg. Ante un nuevo brote de la epidemia de inmediato se aislaba a los afectados en el hospital o en sus propias viviendas. Las puertas de las casas de gente afectada por peste se tapiaban y se les pasaba comida a través de una rendija. Toda la vida pública se paralizaba y mucha gente huía a lugares alejados, no afectados por la plaga.

A causa de epidemias de peste la universidad de Wittenberg en varias oportunidades se trasladó a otros lugares de Sajonia: en 1506 a Herzberg, en 1527 y 1536 a Jena, en 1552 a Torgau.

Lutero era uno de los pocos habitantes que permanecía en Wittenberg en tiempos de epidemia, brindando asistencia pastoral a los afectados. En sus sermones exhortaba a la gente a quedarse en la ciudad por mero amor al prójimo, y para que parientes enfermos no quedaran abandonados en medio de la crisis.

En cinco oportunidades vivió tiempos de peste en Wittenberg: 1516, 1527, 1535, 1538 y 1539.

 

El 26 de octubre de 1516 (un año antes de hacer públicas sus 95 tesis contra las indulgencias), Lutero le escribía a Johann Lang (monje augustino y colega suyo en la ciudad de Erfurt):

 

"... Me escribes que ayer comenzaste a dictar cursos sobre el segundo libro de las Sentencias [de Pedro Lombardo]. Mañana yo comenzaré con la carta a los Gálatas, aunque dudo que la peste me permita continuar lo que acabo de iniciar. Por aquí la plaga a lo sumo (pero no todos los días) se lleva a dos o tres. El herrero, nuestro vecino de enfrente, hoy sepultó a un hijo que ayer estaba sano; el otro [hijo] yace infectado. ¿Qué puedo decir? Está aquí y empieza de forma brusca y repentina, especialmente en gente joven. ¡Y tú y contigo el magister Bartolomé me aconsejan que huya! ¿A dónde he de huir? Espero que el mundo no se derrumbe cuando caiga el hermano Martin [Lutero]. Pero si la plaga se extiende, dispersaré a los hermanos [del monasterio augustino] por todos lados. Fui colocado aquí [por orden superior]; por obediencia no dispongo de libertad para huir, ... no, hasta tanto quien me diera la orden vuelva a dar otra nueva. No es que yo no tema a la muerte (pues no soy el apóstol Pablo, sino apenas alguien que dicta cursos sobre el apóstol Pablo). Pero tengo la esperanza que el Señor me arrebate fuera de mi miedo."

(Fuente: Martin Luther, Werke. Kritische Gesamtausgabe (Weimarer Ausgabe). Briefe, vol. 1, p. 72 – trad. A. Zorzin)

 

En 1527 – nuevamente con peste en Wittenberg – Lutero escribe una obra con título en forma de pregunta: „Si cabe rehuirle al riesgo de muerte. En la misma afirma  comprender a quienes optaban por abandonar regiones afectadas por la peste. Huir de ella no era pecado. Pero la preocupación de Lutero gira en torno a cómo preservar la organización y estructuras en la ciudad afectada por la peste; por eso exige que funcionarios, sacerdotes y familiares a cargo del cuidado de sus enfermos permanezcan en el lugar. La enfermedad no era un castigo divino, sino que la originaba el diablo – por ende la peste ponía a prueba la fe. En consecuencia prestar asistencia médica e implementar medidas de protección eran la reacción legítima y adecuada. No obstante, el verdadero médico y fuente de consuelo en definitiva seguía siendo Cristo. A su vez Lutero condenaba duramente la falta de responsabilidad por parte de enfermos leves, que mezclándose entre personas sanas las contagiaban. En una parte del texto Lutero plantea:

"[...] enfócalo de esta manera: si –pues– por disposición divina, el enemigo [= diablo] envió veneno y alimañas mortíferas, pediré a Dios que tenga misericordia de nosotros y nos proteja. Siendo así, fumigaré [las casas], ayudando a purificar el aire, daré y tomaré medicina, evitaré los lugares y personas donde no se me requiera, para así no cometer un descuido y envenenar y contagiar a otros, convirtiéndome por mi negligencia en causa de muerte para ellos. [...] Pero en el caso que mi prójimo me necesite, no evitaré lugar ni persona alguna, sino que libremente iré para ayudar. [...] He aquí una fe respetuosa de Dios, que no es ni temeraria ni insolente, ni tienta a Dios.“
(Fuente: Johann Georg Walch (Ed.): Dr. Martin Luthers Sämtliche Schriften; vol. 10 (reedición: 1987); col. 2020 - trad. A. Zorzin).

 

Para ese entonces Lutero estaba al tanto de cierto tipo de precauciones médicas, como p. ej. el traslado de cementerios –que solían estar junto a las iglesias– límites afuera de las murallas de la ciudad:
"[...] Por el momento, dejo que opinen los doctores en medicina y todos los que estén mejor informados, sobre si es peligroso tener cementerios dentro de la ciudad. Pues no sé ni entiendo, si de las tumbas salen emanaciones y vahos que cargan el aire. Si ese fuera el caso, [...] hay razón suficiente para ubicar al cementerio en las afueras de la ciudad. Pues, …, todos llevamos responsabilidad de evitar el veneno por cualquier medio posible."

(Fuente: Johann Georg Walch (Ed.): Dr. Martin Luthers Sämtliche Schriften; vol. 10 (reedición: 1987); col. 2026 - trad. A. Zorzin).

 

En medio de rumores sobre un nuevo brote de peste en Wittenberg (en el verano 1535), Lutero recibió la propuesta de trasladarse con su familia a un lugar más seguro. Quien se lo sugería era la máxima autoridad política en Sajonia: el príncipe elector Juan Federico I. (* 30 Junio 1503 - † 3 Marzo 1554; en el trono real a partir de 1532).

En su carta de respuesta al príncipe, Lutero emplea el estilo formal y sumiso en el encabezado de la misma. Pero acto seguido justifica su decisión de permanecer en Wittenberg echando mano a un estilo jocoso y lleno de ironía. Vincula los rumores y temores ante la pandemia con falta de apego al estudio en la época veraniega. Es lo que percibe en la mayoría de los estudiantes de la universidad y con ironía detalla una sintomatología imaginaria, detectable en los elementos y enseres de estudio. Para Lutero una ausencia suya de Wittenberg podría causar un abandono de los estudios (en el semestre estival en curso) y en consecuencia, menos futuros maestros, pastores y líderes formados en la teología de la Reforma. Ello debilitaría al movimento de renovación evangélica ante los embates de los católico-romanos.

„Al más sereno y en alta cuna nacido Príncipe y Señor, a Don Juan Federico, Duque de Sajonia y Príncipe Elector, Archimariscal del Sacro Imperio Romano, Landgrave en Turingia y Margrave en Meissen, mi más agraciado Señor.

Gracia y paz en Cristo, junto a mi sencillo Padre-Nuestro. Serenísimo, en alta cuna nacido príncipe, agraciado señor mio! El canciller de Vuestra venerable Alteza, el Dr. Brück, me ha indicado que Vuestra Alteza tuvo la gentileza de ofrecerme refugio, en caso que por aquí comenzara a difundir la mortandad. Y agradezco muy sumisamente a Vuestra Alteza tan gentil preocupación y ofrecimiento, y sabré darle sumisa respuesta, si tal situación se diera.

Pero el alguacil Hans Metzsch es mi confiable gallo centinela, y hasta el momento ha tenido una muy sobria nariz de buitre para detectar peste, y aunque la peste estuviera a cinco codos bajo tierra, probablemente la husmearía. Como él [Metzsch] sigue aquí, no puedo creer que haya peste por estos lugares.

Es cierto que en una casa o dos hubo mosquerío, pero el aire aún no está envenenado. Porque desde el martes [6 de julio] no se encontró cadáver ni enfermo alguno; pero como los días de calor aprietan y asustan a los jóvenes, estuve de acuerdo en que se les deje andar paseando por ahí, para que sus pensamientos se calmen hasta tanto se logre vislumbrar que irá a ocurrir. Pero noto que a los jóvenes les gusta oír semejante alarmismo de peste, pues algunos tienen llagas en sus mochilas, otros cólicos en sus libros, algunos costras en sus plumas, otros gota en sus papeles. A muchos se les ha enmohecido la tinta y otros devoraron las cartas enviada por sus madres, lo que les hace añorar su pago y es probable que haya más debilidades de este tipo, de las que pueda yo narrar.

El peligro es que padres y superiores no ayuden y controlen enfermedades [imaginarias] tales con rigor y todo tipo de medicina, ya que entonces en el país habrá mortandad generalizada, al tal punto que ya no será posible encontrar ni a un predicador, ni a un pastor, ni a un maestro de escuela. Y así finalmente los cerdos y canes vanidosos llegarán a ser los mejores del plantel, algo que diligentemente pretenden lograr los papistas. Pero quiera Cristo, nuestro Señor, otorgar a Vuestra Agraciada Alteza, como hizo hasta ahora, gracia y misericordia - junto a las demás piadosas autoridades cristianas, para obtener una fuerte medicina y farmacia contra este tipo de enfermedad, para alabanza y honor a Dios y frustración de Satanás, enemigo del saber y de la disciplina. Amén.

[…] Viernes después de la Visitación a Maria [= 9 de julio] 1535.

Para con Vuestra Agraciada Alteza Electoral
sumisamente                          Martín Lutero“

(Fuente: Johann Georg Walch (Ed.): Dr. Martin Luthers Sämtliche Schriften; vol. 21b (reedición: 1987); col. 1979s. - trad. A. Zorzin)

                                                                                 

En 1539 la "Muerte Negra" – nuevamente asoló a Wittenberg. La irrupción de la plaga en la ciudad generó reacciones de pánico. En un sermón Lutero exhorta a los lugareños, a no huir de la ciudad en tiempos de peste.  El contenido del sermón se conservó por notas que alguien tomó durante el mismo:

 

„Primero [Lutero] criticó severamente a quienes difundían rumores sobre la peste; inmediatamente después convenció a los ciudadanos de que por ser lugareños no huyeran. Dijo que era realmente impío que abandonaran a los suyos, pues era un hecho que en épocas anteriores (de peste) había sido más la gente muerta por hambre y sed que a causa de la peste. Por lo tanto, los exhortó a sobrellevar voluntariamente (el azote por) la vara de de Dios Padre.

La peste no es más que una purificación en el mundo sin crueldad exterior alguna; en la que incluso los piadosos se duermen suavemente en apenas un instante. No se dejen asustar por el griterío sobre la peste, no le hagan -tratando de huir- semejante favor al diablo, por más que la peste esté llegando a tu casa, a tu cama, a tu cuna y a tu mesa. Tenemos un motivo para oponernosle tercamente: Cristo ha resucitado (Rom 8:31). Teniéndolo como mediador y por lo que enseña la vida, ¿por qué nos horrorizamos tanto ahora, más incluso que bajo el Papado, si en medio de aquellas tinieblas eramos mucho más despiertos? ¿Qué más va ser, que el diablo disparando veneno contra algunos? Dispone de un [solo] cañón para hacerlo.

A ustedes, los que quieran irse lejos, los exhorto a que provean a la ciudad de funcionarios, médicos, cirujanos y enfermeros para asistir a los pobres que en el hospital viven de la caridad pública, y a que animen tanto a unos como a otros, entre los capacitado para ejercer tales cargos, a hacerlo, o si no, expulsenlos de la ciudad. Además a todos los que huyen dejando atrás a los suyos, les digo que no habré de dejar a los pobres abandonados en necesidad, sino que haré traer vuestra leña del campo para que se la use, y también distribuiré vuestro acopio de granos, cerveza y todo lo utilizable en favor de los pobres; así que estáis advertidos. No corresponde huir de esta manera, sino que debemos hacer lo que Cristo dice (Mt 25:35) al enunciar: Tuve hambre y no me disteis de comer, etc.

Bien saben que nunca le escapé a la peste, sino que la soporté con toda mi casa y mi familia. Siendo igual de importante que tú, podría haber huido con la conciencia tranquila, en especial por orden del Príncipe. Pero no. Quien como lugareño está ligado a esposa, hermanos, hijos, hermana, vecino, se queda y ayuda y brinda consuelo en situación de peligro general; cada uno de nosotros le debe una muerte al otro. Así que ahora soy vuestro pastor y sustituto, quedo atado al púlpito, del que no me harán huir ni cien pestes; sino que estoy dispuesto a visitar a los enfermos con mis colegas sacerdotes. Si morimos en esta obra de amor, que sea la hora apropiada para nosotros, preferible a mil años de vida. Por lo tanto, sean valientes y dejen de lado pensamientos de horror y de fuga.

En el Señor intenten aguantar la brevedad de apenas una hora, pues a fin de cuentas morir se ha de morir igual. Más aun en este tiempo tan peligroso, de desesperada maldad tanto del campesinado como de la nobleza, nadie debería aferrarse a la vida. La peste es una limpieza tan a fondo del mundo, que no sé bien cómo orar en su contra, siendo que ningun otro puede o quiere ejercer el castigo. Sí, a veces le pido a Dios que venga con la peste y ejerza castigo y vacíe las calles para que los campesinos vean para quiénes –con justicia o sin ella- fueron reuniendo monedas de oro, y así todos sean movidos al arrepentimiento. Por lo tanto, los que somos del lugar, no enfurezcamos a Dios para que no nos golpée con un castigo todavía mayor, sino soportemos unidos la varillita de azote cuando la misma llegue.

Si morimos ahora, ya no hemos de temerle por muchos años. Querido, ¿cuándo quiso venir Dios y que nos resultara conveniente, y que no le temiéramos a la muerte? Cuando viene, ... no queremos, y no obstante, cuando Él quiere, debemos. Por lo tanto, muramos cuando Él quiera, y no codiciemos vivir tanto como deseamos. Mas no quiero ser causa de que aquí se ponga a prueba a Dios, ni quiero que nadie se lance presuntuosamente al peligro sin motivo y sin función precisa; pero los que son de este lugar, por la ley del amor y en virtud de sus funciones, han de dejar a un lado incluso el mayor de los peligros. Porque es glorioso morir en el cumplimiento de un ministerio impuesto y fijado por Dios. Ya lo he experimentado dos veces en tiempo de peste (pues podría haber huido) - que [ella] en nada logra (contra la voluntad de Dios) afectar a los piadosos, incluso cuando por instigación del diablo intenta afectarlos. He sido preservado de ello con toda mi familia, incluso cumpliendo mi ministerio predicando, y aunque podría haber huido, nunca me aislé de la comunidad. ¡Cuánto quisiera, que mi mayor impugnación proveniera de los horrores de la peste!

Los estudiantes foráneos, que son enviados aquí por sus padres a estudiar y que no han crecido en la ciudad y en sus casas, pueden huir - no les podemos bloquear los portones. Pero quienes son del lugar, tienen otro tipo de responsbilidad. ¿Acaso crees que se pueden reclamar todas las libertades y beneficios que brinda la ciudad cuando hay felicidad, salud y paz, pero fugarse de los vecinos, que a menudo les han servido de diferentes maneras, cuando las cosas vienen mal? Sin embargo advierto y pido a los estudiantes, ya que la peste aún no ha llegado a nosotros, que no huyan, no sea que dispersen innecesariamente nuestra universidad con su huida a destiempo.“

(Fuente: Johann Georg Walch (Ed.): Dr. Martin Luthers Sämtliche Schriften; Vol. 10: Katechetische Schriften (reedición: 1987); col. 2028-2033; trad. A. Zorzin)

 

La palabra de Lutero tenía peso; sus sermones calaban más hondo entre sus conciudadanos que los anuncios oficiales. Por eso la cancillería del príncipe Elector sajón, el ayuntamiento de Wittenberg y la universidad recurrían a Lutero como portavoz, especialmente en tiempos de crisis.

Lutero no exigía a los demás algo que él mismo no cumpliera; en épocas de peste permanecía en Wittenberg junto a quienes quedaban relegados cuando los estudiantes, docentes, funcionarios (incluso médicos) huían en tiemps de pandemia. Aunque Lutero no cuestiona a quienes buscaban protejerse del riesgo de infección saliendo del hacinamiento urbano al campo, insiste en que funcionarios y profesionales no debían descuidar sus responsabilidades, dejando sin asistencia a los enfermos y a la estructura urbana sin funcionarios.


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