Conocí a Dorothee Sölle (1929 - 2003) en setiempre de 1979, en Buenos Aires, como estudiante de teología. En aquel momento tuve la oportunidad de traducir sus ponencias matutinas en el marco de las Cátedras Carnahan (en el ISEDET) y quedé impresionado por la capacidad crítica de su teología, su claridad y belleza de lenguaje, su tremenda honestidad y simpatía. Hace algún tiempo alguien -que conoce mi admiración por ella- me regaló el CD >Locura por la luz< (Verrückt nach Licht). Allí se alternan grabaciones de ponencias de Dorothee Sölle con música latinoamericana interpretada por el Grupo Sal. Cuando la escuché leer sobre el rey Midas, ... quedé fascinado. Busqué el texto original en alemán (publicado en la revista Wort und Antwort 37:3, julio/ setiembre 1996, pp.124-128) y comprobé que no estaba a disposición en español.
¿Se lo puede curar de su
enfermedad al rey Midas?
(o: renovabis faciem terrae)
Dorothee Sölle (1996)
Una saga antigua cuenta del rey Midas, que el dios Dionisio le concedió un deseo. Midas le pidió que todo lo que él tocara se convirtiera en oro. Según Ovidio, Midas habría dicho: "Haz que todo lo que con mi cuerpo toque se convierta en oro rojizo" (Metamorfósis XI, 100 ss.) El dios asintió, aunque no sin cierta preocupación. Una rama de roble que el rey Midas arranca se vuelve oro, así también una piedra que levanta. Recién cuando su esclavos ponen sobre su mesa una comida maravillosa con frutas y alimentos selectos Midas se da cuenta que el oro no se puede comer...
La enfermedad del capitalismo
Sanar de las enfermedades que más daño nos hacen suele ocurrir poco, porque nuestro anhelo por sanar es débil, se distrae y rápidamente se contenta con una multitud de diositos. Es algo que se relaciona con nuestra situación real a fines del milenio, luego de la victoria final del libre mercado. Esperamos que ese rey Midas, que sin ningún lugar a dudas domina nuestro país, nos brinde cura y salvación. Él, que todo lo convierte en oro: nuestros bosques los convierte en autopistas, nuestro agua en cloacas, nuestro aire en una mezcla de venenos. Al mismo tiempo en el país del rey Midas aumenta el número de millonarios. El empobrecimiento y endeudamiento de muchísimos en las dos terceras partes del globo y de un tercio entre nosotros, van a la par con el enriquecimiento de unos pocos. El principio-Midas es el del crecimiento desenfrenado. Esta economía de la multiplicación del dinero en su variante inter o mejor dicho transnacional más novedosa, no es tan antigua y recién la hizo posible la supresión de espacio y tiempo, que nos deparó la tecnología computarizada. Uno de sus rasgos básicos es que el dinero, sin necesidad de producir nada útil, se multiplica vertiginosamente. "Cada día un billón de dólares traspasa límites internacionales. Más del noventa por ciento de ese dinero cumple fines especulativos." (diario Die Zeit del 3.3.1995, p.39). Cuando la única finalidad de la economía es multiplicar dinero, cuando la palabra >libre< significa que las verdaderas necesidades de la gente y la preservación de la tierra carecen de importancia alguna para la economía, entonces la consecuencia es esta situación en la que nos encontramos. Ella surge de la así llamada >libre competencia< en la que las mujeres, más cuando tienen niños, las personas de edad o sin empleo cuentan igual de poco como los recursos limitados de la naturaleza. ¿¡Por qué razón una empresa habría de producir algo útil para la gente y generar puestos de trabajo, o poner a prueba tecnologías que no agredan al medio ambiente, si multiplicar el dinero funciona más rápida, más eficientemente y ante todo sin molestos requerimientos impositivos u otras regulaciones sociales o ecológicas!?
La transformación de mayor impacto a partir de los años ochenta ha sido la desconexión entre los mercados financieros y las inversiones productivas. Jobless growth - crecimiento sin generación de empleo, se le llama a este sistema del libre juego de fuerzas. La esfera monetaria se desconectó del la esfera de la economía real. Se "desregulan" los mercados financieros y de capital, y eso quiere decir que ni nacional ni internacionalmente se les puede exigir que rindan cuentas. Un emprendimiento com Siemens, p.ej. apenas obtiene el 30% de sus ganancias en base a produción, el 70% lo obtiene a partir de negocios financieros. ¿Para qué generar puestos de trabajo con el dinero disponible; para qué poner en marcha un reequipamiento ecológicamente sensible, si la meta de la economía no es generar un tejido social floreciente, sino multiplicar dinero? ¿Para qué hacerlo, si el sujeto no es imagen y semejanza de Dios creada para amar y trabajar, sino una especie bien distinta: el Homo oeconomicus, en cuya cabeza sólo cabe su ídolo? Así es como nuestras sociedades en el plano nacional van evolucionando en la misma dirección que lo fue haciendo la sociedad a nivel mundial: cada vez se vuelve más ancha la brecha entre los millonarios y la gente sin techo.
¿Tiene cura el rey Midas?
¿Hay caminos para salir de este tipo de riqueza? ¿Se lo puede curar de su enfermedad al rey Midas? ¿Tenemos que envenenar el agua de nuestros nietos e inundar territorios bajos recurriendo a una economía infausta, donde a la energía no se le pone un precio real, las distancias a recorrer nada significan y lo producido localmente no llega a los consumidores que viven en ese entorno? ¿Hemos de ofrecerle en sacrificio al fetiche mercado-global y a su demanda más sagrada llamada >globalización<, el entretejido vital de la producción con el consumo? ¿Hemos de aceptar la contracara cultural de este sistema económico, a saber: consumismo y fun, diversión de cualquier tipo?
El gran economista John Maynard Keynes (1883-1946), uno de los padres del liberalismo, reflexionó escéptica y autocríticamente sobre la tensión que existe entre religión y economía. En su opinión un avance económico "sólo se lograría recurriendo a nuestros impulsos humanos egoistas, a los que tanto religión como sabiduría nos recomiendan oponerles resistencia". En la primera mitad del siglo actual escribía "que el tiempo para regresar a algunos de los fundamentos más ciertos y firmes de la religión ... - que la avaricia es vicio, la usura un delito y el amor al dinero algo espantoso", todavía no habría llegado (cita sg. Bernhard Häring, Frei in Christus, vol.3, p.207; ver tb. p 219). Hoy día, de cara a la catástrofe ecológica, ese tiempo ya llegó. Nos hace falta una relación diferente con estas dos realidades: la creación y el dinero. Pero justamente de cara a estas realidades nos sentimos tan sin poder y faltos de espíritu, como si el soplo de la vida ya no nos diera en la cara.
Las enfermedades respiratorias van en aumento, pero aun antes de quedarnos sin aire, nos quedamos sin la ruaj, el soplo de libertad, el viento de cambio. Dentro de nosotros reina impotencia a menudo envuelta en cinismo. Ser espectadora no sólo de la distribución de droga [televisiva] anochecer tras anochecer, sino de la propia vida - ¡¿quién no sabe de ello?! Sin sentir el soplo de Dios estamos tan muertos como los huesos secos, que Ezequiel vio desparramados sobre un campo. Esos huesos desperdigados, ¿pueden volver a cobrar vida? - Dios se lo pregunta al profeta, y nosotros debiéramos prestarle atención a esa pregunta.
Escaparse, no cura
Entre nosotros existe una espiritualidad del escapismo, de huir ante la realidad, una espiritualidad que -de muchas maneras- promete renovarnos. Aprender a sentirse a si misma; recobrar conciencia de sí, prepararse para la plegaria y la introspección son sin duda elementos esenciales de la psicocultura. Pero cuando observo tanta oferta en el mercado espiritual a menudo siento una falta de vínculo con la realidad en la que vivimos. A mi modo de ver, el consuelo más bien se encuentra escondido en la tradición de los salmos y de los evangelios, justamente por la relación explícita e indisimulada que mantienen con la realidad. No busco tanto contemplación general, no quiero mecer mi alma plácidamente en una hamaca; me importan los árboles reales que la sostienen en la tierra. Quiero aprender a expresar en una plegaria lo que quizás hoy sea lo más importante: el ruego por la ruaj, por una fuerza-espíritu [1] capaz de renovar la faz de la tierra. Renovabis faciem terrae (Salmo 104,30)
¿Qué expresamos con la palabra >espíritusaber es poder<, que palpitaba en el movimiento obrero, antes significaba que educación, saber, entender cómo se interrelacionan las cosas, nos sacaría de la miseria, de la explotación y la autodestrucción. Obreros y obreras, después de una jornada de trabajo larga y cansadora, se instruían voluntariamente para saber, y así despertaban sospecha, o -cuando de mujeres se trataba, risa burlona. Al saber se le atribuía un cierto tipo de liderazgo y renovación espiritual. Hoy a menudo tengo la impresión que la antigua frase >saber es poder< se ha vuelto su contrario. Una sensación de fondo, contra la que me resisto con valor, pero que no logro expulsar, me dice que el saber no tiene un poder que nos confiera fuerza, un poder relevante para la acción; más bien el saber termina por confirmar nuestra impotencia. Solamente nos explica y comprueba cuan sin salida es la situación, sin importar que se trate de quienes carecen de valor alguno para la economía, o del incremento de leucemia en las inmediaciones de nuestras centrales termonucleares, del aumento de los chicos de la calle en Brasil o de rehabilitar la idea de la guerra justa, con todas sus consecuencias para la industria y la siempre lucrativa exportación de armamentos. Nuestro saber tiene poca incidencia en el poder de la vida, esencialmente se trata de un saber sobre la muerte. Quien más lee, quien más se mantiene al tanto, quien logra entrever los entramados más complejos, no se siente mas potente sino más impotente, no se siente convocado a la resistencia sino a despolitizarse y a replegarse al ámbito privado.
Cura por sabiduría
¿Pero es cierto que espíritu es lo mismo que saber? ¿No hay algo que está mal en el pensamiento moderno e ilustrado? El latín posee dos términos para las capacidades y virtudes intelectuales de los humanos; distingue -como muchos idiomas antiguos- entre scientia y sapientia. También nosotros por ciencia entendemos un saber que conoce, que pone cosas a nuestra disposición, que las sabe utilizar. Un tipo de know how. Se trata de un saber en cuanto a los objetos, que objetiva lo que quiere conocer para sacarle provecho.
Sapiencia se relaciona con sabiduría, con entendimiento o comprensión; idiomáticamente deriva de >gustar<, de >oler<; se remonta a una actividad sensual y es una actitud más bien titubeante que decidida; es sabiduría de vida que no pierde de vista el entramado de lo particular con el todo. El poder de este tipo de sabiduría no proviene de la dominación sino más bien de inclinarse con los oídos bien atentos. La sabiduría es como el espíritu de Dios aleteando sobre las aguas antes de la creación, es la ruaj, que era imaginada como incubando-maternalmente, como soplo que convoca a vivir, como fuerza que pone en movimiento a otros y logra sobreponerse a todo lo perezoso, flojo, pútrido, muerto.
¿Hay una interrelación entre scientia y sapientia? Nuestro saber académico poco tiene que entusiasme, que lleve al cambio, ignora los entramados y no son justamente las visiones que le otorgan alas. Quizás me quede corta si afirmo que como saber sobre muerte, nos precipita a incurables sentimientos de impotencia; que incluso nos vuelve siempre más cínicos, como si esperanza, visión y espíritu fueran inventos ingenuos e idealistas.
Scientia sin anhelo de sapientia posee algo de autodestructivo. El saber imperial sobre las cosas, en cuanto utilitarias, daña tanto al objeto como al sujeto; el objeto queda aislado y por así decir huérfano de lugar; el sujeto va incrementando su propia soledad. Todo ese síndrome de ausencia de espíritu, se supone que ha de compensarse en el espacio interior o en un ámbito intrínseco de pertenencia hogareño-familiar, como si allí se pudiera volver a arreglar lo que exteriormente transcurre con hostilidad a una familia con niños, destrucción de la naturaleza, tan violentamente y parálizador de uno misma. Tal como si la religión pudiera servir para que la ciencia -que apenas intuye cuanto sabor a muerte le es propio- siga improvisando, mientras aquel otro saber, la sabiduría, sólo se lo permite a sus pacientes de privilegio [2].
El anhelo de sabiduría y el llamado de la fuerza-espíritu en tiempos de ausencia de espíritu presupone otro tipo de cultura de los sentimientos, otro tipo de vínculo con las cosas, con la naturaleza y los demás seres humanos. No soy de la opinión que sabiduría y ciencia deban excluirse mutuamente; considero que ello es un error fundamentalista, que no sólo afecta a los fundamentalistas de tantas religiones, cuando se defienden del espíritu de la ciencia para salvaguardar su tradicional estilo de vida. Más allá de la religión sus cínicos e ilustrados hermanos piensan de la misma manera excluyente, considerando superfluo el espíritu, que nosotros no somos capaces de producir y que sopla donde quiere. Han reducido lo suyo a la scientia, que en términos de Max Weber significa: objetividad, renuncia a la búsqueda de un sentido, renuncia a sí mismo. De hecho, debería haberse vuelto evidente que ellos, o sea el hombre blanco, libre de religión y vínculo, sin ningún tipo de protección ni escolta por parte de la sabiduría, llegó al fin de la civilización. Está cansado, es cínico y aburrido. Redujo totalmente sus deseos en cuanto a la vida. Está nadando en una >plenitud desdichada<, como ha dado en llamarla Peter Handke. [3]
Santa y sanadora fuerza-espíritu
Nuestra ausencia real de poder es consecuencia de la impotencia espiritual. Si tomamos en serio el término espiritualidad, significa una experiencia alternativa de empowerment, como la llama la teología feminista. Pedir por la fuerza-espíritu, creer en ella en realidad significa tener otro tipo de deseos que aquellos que es capaz de cumplir la scientia. >Tiene que haber algo más< que todo eso, que resulta investigable, producible y capaz de ser comprado. Lo más importante que nos pueden enseñar nuestras hermanas y hermanos de la ecumene cristiana, es sentir deseos diferentes a esos que nos dominan y de los que generamos dependencia. En la >plenitud desdichada<, sin el soplo de la fuerza-espiritu estamos espiritualmente muertos.
Energía, movimiento y cambio forman parte de la fuerza-espíritu, y tal vez esa sea la esperanza más grande que nos ata a ella: la de estar vivos, la de no endurecer en nuestras costumbres y nuestros miedos, la de seguir el vuelo de la fuerza-espíritu, de llegar a ser su vivienda, como lo expresan tantos himnos. >Déjanos ser tu vivienda.< >Ven y habita en nosotros!<. La ruaj no tiene domicilio fijo, pero lo está buscando. ¿Y dónde lo habrá de encontrar, si no es en nosotros?
En la secuencia pentecostal de Stephan Langton >Veni, Sancte Spiritus< -compuesta alrededor del año 1200, sobre la que se basan la mayoría de nuestros himnos de pentecostés, a la fuerza-espíritu se le dice:
Entra hasta lo profundo del alma
Sin tu soplo viviente
Nada subsiste en el ser humano
Nada logra ser saludable ni sano
Lava lo que está manchado
Riega vida en la aridez
Sana donde aqueja enfermedad
Calienta lo frio y lo endurecido
Ablanda lo petrificado
Conduce lo que se aparta del camino.
Sanar, curar, lavar, volver a humedecer lo árido, reconducir al camino lo que se apartó de él, ablandar lo endurecido, calentar lo gélido, todas son expresiones que describen lo que logra la maternal fuerza-espíritu. Nos brinda consuelo y nos sostiene en brazos el tiempo necesario para recobrar esperanza, para poder volver a reir y llorar, ella nos vuelve a parir de nuevo. En la fe >renacemos<: ser humano nuevo sobre tierra renovada.
Participar de este tipo de sabiduría significa aceptar el desafío de tres temas claves para ser cristianos hoy. A saber: justicia, paz y preservación de la creación. En ellos actua la ruaj y no habrá renovación de la espiritualidad mientras hagamos oídos sordos a este llamado de Dios. La fuerza-espíritu está buscando vivienda, también la busca en nuestros bancos, que siguen aferrados a la esclavitud de deudor que le imponen a los pobres. Y podemos quedar libres de la dependencia que genera la codicia que nos dicta deseos, si dejamos entrar otros deseos en nuestros corazones. Deseos que podemos hacer públicos con nuestras plegarias, nuestras procesiones, textos que mueven a la reflexión, nuestra actitud cotidiana. >Por el camino de la justicia hay vida<, dice Proverbios (12, 28). Y que nos se trata de algo dado, sino de un camino que ha de ser buscado, debería haber quedado claro al ver el fracaso de los dos intentos realizados durante este siglo. Tanto el comunismo como el capitalismo victorioso fracasaron de cara al hambre, a la guerra, a la destrucción de la naturaleza. Por el camino de la injusticia -así entiendo yo el proverbio- hay muerte. Un orden económico mundial más justo, una paz más libre de violencia y una conciliación entre producción industrializada y la creación son el marco de condiciones dentro del cual nuestros deseos vuelven a tener alas y nuestros hijos e hijas llenos de espíritu aprenden a deletrear un modo distinto de vivir. Curar y compartir van de la mano.
[1] Sölle construye el femenino: Geistin (en lugar del termino alemán clásico masculino: Geist). Traduzco >Geistin< mediante >fuerza-espíritu< (= Geistkraft, término que en el "alemán eclesial" cobró popularidad durante la última década y media.
[2] El término alemán es Privatpatient, y hace referencia a una cobertura de salud con ciertos privilegios dentro del sistema general.
[3] >wunschloses Unglück<, literalmente: >desdicha/desgracia sin más deseos/deseos de otra cosa<, es una inversión que Handke hizo de la expresión popular alemana >wunschlos glücklich<, que describe una> felicidad sin deseos por cumplir<.
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