8 sept 2008
Catalina Zell (de Schütz): Una vocera laica de la Reforma del siglo XVI
A la edad de sesenta años Catalina Schütz escribió de sí misma: "Desde los diez años fui una madre de iglesia, un ornato del púlpito y la escuela; estimaba a todas las personas con formación teológica, visitándolas mucho y sosteniendo con ellas mi conversación, no sobre el baile, las alegrías mundanas, las riquezas o el carnaval, sino sobre el Reino de Dios. Por eso tanto mi padre, madre, amigos y ciudadanos, como incluso varias personas eruditas con las que conversé mucho, me tomaron cariño, con alta estima y respeto."
¿Quién era esa mujer, que así describía su piadosa juventud? Catalina Schütz nació en la segunda mitad del año 1497 o en la primera de 1498, en la ciudad imperial libre de Estrasburgo, como hija de un acomodado artesano, quizás un maestro carpintero o zapatero, integrante del consejo de la ciudad.
La intensidad con la que ya desde joven trató de vivir su fe cristiana, la llevó -como ella misma afirma- a "grandes tribulaciones por causa del Reino de los cielos". Sin embargo, las "pesadas obras, el culto a Dios y el intenso padecimiento del cuerpo" no le ayudaron a encontrar "el consuelo y la certeza del amor y gracia de Dios". Esa incertidumbre en cuanto a su propia salvación, y el empeño con que buscaba lograrla, hicieron que la muchacha se "debilitara hasta encontrarse casi mortalmente enferma en alma y cuerpo".
La mayor parte de esa actividad religiosa la joven Catalina la desarrollaba en el ámbito que para ello brindaban los círculos de damas piadosas, vinculados a las diferentes iglesias en las ciudades medievales. En esos círculos de mujeres, además de realizar obras de caridad, también se leían textos de edificación y consolación cristiana. Posiblemente fue allí donde, entre 1518 y 1521, Catalina Schütz tomó contacto con las obras escritas y difundidas desde la lejana Wittenberg por el monje agustino Martín Lutero.
Ella misma relata cómo fue su encuentro con las enseñanzas del gran reformador: "Y mientras nos encontrábamos así, en medio de ese temor y preocupación en cuanto a la gracia de Dios, sin nunca poder hallar sosiego en la concreción de tantas obras, ni en los sacramentos de la iglesia, Dios tuvo misericordia de nosotras y de mucha gente más, suscitando y enviando con su boca y sus escritos al querido [...] doctor Martín Lutero; quien, tanto a mí como a otras, nos mostraba tan queriblemente al Señor Jesucriscristo, que sentí como si, enterrada muy profundo debajo de la tierra, se me estuviera tirando hacia arriba; sí, desde un infierno feroz y amargo, hacia un apacible y dulce reino celestial..."
Matrimonio y algo más
Desde el año 1518 era predicador en la catedral de Estrasburgo el sacerdote Mateo Zell. Él fue uno de los primeros en predicar allí el mensaje evangélico tal como lo había redescubierto Lutero. Entre las más de mil personas que se solían congregar para escuchar sus sermones, también estaba la joven Catalina.
Mucho después ella relatará que ya en el año 1521, Zell le había sugerido contraer matrimonio con él. Sin embargo, recién dos años más tarde ella se animó a dar semejante paso, que no dejaba de entrañar riesgos para su vida y su reputación como ciudadana honorable. Después de haberse comprometido en secreto en el mes de mayo de 1523, contrajeron matrimonio el 3 de diciembre del mismo año.
En la ciudad el rechazo a su decisión no se hizo esperar. Una serie de versiones difamantes e hirientes para la pareja, puestas en circulación -entre otros- por clérigos y teólogos opuestos a la reforma evangélica en Estrasburgo, la llevaron a publicar, en agosto de 1524, una obra fuertemente polémica titulada Exculpación de Catalina Schütz en favor de su esposo, el magister Mateo Zell (quien es un párroco y siervo de la palabra de Dios en Estrasburgo) a causa de las grandes mentiras inventadas sobre él.
En ese escrito Catalina Schütz sostiene que su matrimonio con el predicador del evangelio podía abrir, a modo de ejemplo, un camino de renovación para el estilo de vida de todos aquellos religiosos que, presionados por el celibato eclesial, se encontraban atrapados entre la obligación de cumplirlo y la continua y extendida tentación de transgredirlo.
"La cuestión del celibato me preocupa cuando veo cuántas almas desde el pasado hasta ahora y todavía hoy son presa del diablo. Ello también fue una causa por la que yo ayudé a instaurar el matrimonio de los clérigos, llegando a concretar el primero en Estrasburgo -con la ayuda de Dios-, por más que en ese entonces de modo alguno estaba dispuesta a tomar un esposo. Pero cuando vi el enorme temor y la feroz resistencia, además también la gran fornicación, yo misma tomé un esposo, con lo que intenté abrir el corazón y un camino a todos los cristianos, como espero haya ocurrido. Por eso también hice un librillo, en el que señalé el fundamento de mi fe y la razón de mi matrimonio, del que muchos se sorprendieron grandemente. Porque nadie había percibido en mí una actitud, palabra o acción que denotara mi voluntad de contraer matrimonio [...]. Sobre cómo manejaba sus asuntos domésticos mi actual esposo antes de que yo fuera su esposa, es algo por lo que no asumo responsabilidad. De hecho, se manejó tal como querían el papa y los obispos, que prohiben el matrimonio -dado por Dios- pero permiten la fornicación -que Dios prohibe- Por eso yo lo desposé, teniendo en cuenta su estilo de vida y el de otros, proponiéndome ganar su alma y la de muchos, por la gracia y poder de Dios, como tengo la esperanza puesta en Él, de haberlo logrado."
El derecho a la palabra
Hoy no nos sorprendería tanto, pero en aquella época no era para nada común que una mujer que no era monja, sino ciudadana laica, difundiera públicamente sus opiniones mediante panfletos impresos, en abierta oposición y denunciando a reconocidos teólogos de su ciudad natal. Por eso, al final de su bíblica defensa del matrimonio para los clérigos evangélicos, con notable sutileza y humor Catalina Schütz reivindica para sí se le conceda al menos el mismo derecho a expresarse, al que -según la Biblia- le fue concedido a la asna de Balaam:
"Si se dijera que no me corresponde opinar, y que hay otra gente más preparada que yo para hacerlo, respondo: Una vez habló una asna y vio al ángel que el profeta no quería ver (Números 22). Entonces, ¿acaso resulta un milagro que yo hable la verdad, máxime cuando soy un ser humano? Y Dios dice por medio del profeta Ezequiel, en el capítulo 22: "Tú, criatura [orig. aleman: Kind] de ser humano, ¿no vas a juzgar a la ciudad maldita, y mostrarle todas sus malditas obras?" [...] Pues bien, alguien podría argumentar que allí dice: "Tú, hijo [orig. Alemán: Sohn] de ser humano", por lo que no va dirigido a una mujer, sino a los varones eruditos, y que además Pablo dice >que las mujeres callen<. Yo respondo que en Galatas 3,28 el mismo Pablo dice: >En Cristo no hay varón o mujer<, y que Dios en el profeta Joel, en el segundo capítulo, dice: >Voy a derramar mi Espíritu sobre toda carne y los hijos e hijas de ustedes profetizarán<; y además, cuando Zacarías quedó mudo, fue Elizabet la que bendijo a María, la virgen. Entonces, tómese también por bueno lo mío. No pretendo que se me escuche como a Elizabet, o a Juan el Bautista o a Natán, el profeta que le indicó a David sus maldades, ni como a otros profetas, sino sólo como a la asna, que escucha Balaam, el falso profeta."
Sin embargo, a pesar de las argumentaciones bíblicas, la resistencia ante esta mujer que difundía sus opiniones a través de la prensa se hizo sentir. El consejo de la ciudad ordenó la confiscación de su Exculpación y notificó a su esposo para que le impidiera seguir escribiendo y publicando.
No obstante esto, pocos meses más tarde, en noviembre de 1524, muy posiblemente fuera ella la que publicó anónimamente una refutación y cuestionamiento a un escrito del monje agustino Conrado Treger; éste había decidido advertir a la Confederación Suiza sobre el peligro que entrañaban los predicadores de la "herejía luterana" que actuaban desde Estrasburgo (entre los que además del esposo de Catalina: Mateo Zell, figuraban Martín Bucero, Wolfgang Capitón y Gaspar Hedión).
Consolar en tiempos difíciles
Pero no sólo para defensa de su matrimonio empuñó la pluma Catalina Schütz. Su primer texto impreso fue una carta a las mujeres de la vecina localidad de Kenzingen, escrita en julio de 1524. Con respecto a esa carta su autora señala lo siguiente:
"Encontramos consuelo suficiente en toda la Escritura, el que continuamente debemos tener ante los ojos de nuestro corazón. Mas cuando nos debilitamos en nuestra carne, en todo momento debemos recordarnos unas a otros la Palabra de Dios, en la que somos confortados por nuestra fe, que nos es común a unas y otros, como dice Pablo a los Romanos en el primer capítulo. Motivo por el cual hice imprimir una misiva de consolación, que escribí y envié a las desconsoladas mujeres creyentes en Kenzingen, cuando se encontraban en medio de su mayor dolor y dura impugnación, sin consuelo y abandonadas por todo el mundo. Porque ellas bien podrían haber dicho junto con David: >¿Señor, hasta cuando te olvidarás de nosotras, y esconderás tu rostro de nosotras? [...] ¿Hasta cuando nuestros enemigos estarán por encima de nosotras?< (Salmo 13). Y en el Salmo 22: >Somos un enojo para la gente y una afrenta para todo el pueblo [...]. Nos han rodeado muchos perros, la jauría de los malignos nos ha cercado<. Quizás alguna vez -gracia de Dios mediante- les interpretaré este salmo a los sufrientes a manera de consuelo. Así también esa carta, que les envié a las mujeres de Kenzingen, la mandé imprimir para consolar a todos los que están sufriendo."
Una mujer laica, seguidora y vocera de la reforma evangélica iniciada por Lutero, consolando mediante carta circular a un grupo de mujeres cristianas... ¿Qué situación, qué tipo de padecimientos entre aquellas mujeres, la había llevado a predicarles a sus >cohermanasDesde 1519, Jacobo Otter se desempeñaba como párroco en Kenzingen, una pequeña ciudad rural a 50 kilómetros de Estrasburgo, al otro lado del Rhin (en la Selva Negra). Allí había comenzado a manifestar sus simpatías por Lutero, predicando públicamente el mensaje del evangelio a los fieles de aquella villa. Sin embargo, durante la primera mitad de 1524, el rigor con el que se comenzó a actuar en contra de los seguidores de la reforma evangélica en los territorios bajo dominio directo de los Habsburgo, tuvo consecuencias para Otter y su comunidad.
A causa de presiones y amenazas directas por las tropas del archiduque Fernando de Austria -hermano del emperador Carlos V- y por el apoyo de las autoridades locales a ese tipo de política represiva en la región, el predicador evangélico se vio forzado a abandonar Kenzingen el 24 de junio de 1524. En solidaridad con él y tratando de brindarle cierta protección en su huida hacia Estrasburgo, unos 150 ciudadanos de Kenzingen lo acompañaron. Pero al regresar, las tropas del archiduque les impidieron volver a la ciudad, forzándolos a refugiarse en Estrasburgo.
Unos 80 de ellos pasaron la primera noche en la casa del matrimonio que formaban Mateo Zell y Catalina Schütz. Durante un mes éstos atendieron a entre 50 y 60 de ellos en su hogar. La situación de persecución desatada contra aquella gente era extremadamente difícil. De pronto sus familias habían quedado solas y sus esposas eran, en cierta medida, rehenes de las autoridades enfrentadas con la reforma evangélica.
El trato que se imponía a quienes no renegaban de la reforma era durísimo: el secretario del consejo de la ciudad de Kenzingen, Juan Kruss, fue ejecutado sobre las cenizas de una hoguera en la que se habían quemado los libros y las biblias luteranas. Es en medio de esa situación de amenazas, incertidumbre y persecución, que Catalina -como su "cohermana"- les escribe A las sufrientes y cristianas mujeres de la comunidad en Kenzingen esta profunda reflexión bíblica, tratando de ofrecerles consuelo y alentándolas a permanecer fieles al evangelio de Jesucristo.
Sacerdocio universal... también para las mujeres
Durante los 24 años de matrimonio y de tareas pastorales compartidas junto con su esposo (Mateo Zell falleció en enero de 1548) le tocaron vivir muchas situaciones difíciles. En lo familiar, los dos niños del matrimonio fallecieron a temprana edad. Y en cuanto a su compromiso cristiano, Catalina Schütz afirma haber "sobrellevado peste y muertes, visitado y consolado a los atribulados y sufrientes en los calabozos, las cárceles y durante los momentos previos a la ejecución". En esos espacios de desconsuelo y desesperación "enseñó" y dio testimonio ante Dios, "trabajando con el físico y la boca [...] como no lo hizo ayudante o capellán de iglesia alguno."
Durante la tremenda represión desatada contra los campesinos en 1525, ella recorrió las aldeas contiguas a Estrasburgo para "visitar a las pobres mujeres y niños, y consolarlas". En su casa acogió a los fugitivos, y no tuvo en cuenta apariencias sociales ni vanidades, sino que por igual iba "a las casas de la gente pobre y la rica [...] con todo amor, continuidad y compasión".
Fue justamente en la pastoral de consolación donde Catalina Schütz desarrolló sus dones en el ejercicio del sacerdocio universal de todos los creyentes. Al respecto ella misma relata: "Mi piadoso cónyuge, que valoraba esta tarea, solía llamarme su ayudante, por más que yo nunca haya subido al púlpito, algo de lo que no tuve necesidad para mis actividades, ateniéndome a la enseñanza de san Pablo, la regla para las mujeres creyentes, que él dio en su época."
En la comprensión del sacerdocio a la que Catalina fue llegando desde su rol como mujer cristiana evangélica, aceptó los límites que según su comprensión habían sido impuestos por el apóstol Pablo. Por eso excluyó conscientemente de su actividad la predicación desde el púlpito y la administración de los sacramentos. Pero, manteniendo silencio en el templo, aprovechó el espacio público fuera de él, difundiendo mediante la palabra impresa su opinión tanto con textos de denuncia como de consolación.
Catalina Schütz, viuda de Zell, falleció a los 65 años de edad, en 1562.
BIBLIOGRAFÍA
Mc Kee, Elsie Anne: Katharina Schütz Zell, (vol.1) The Life and Thought of a Sixteenth-Century Reformer; (vol.2) The Writings. A Critical Edition (Leiden, 1999)
Zorzin, Alejandro (trad.): (Catalina Schütz) >Misiva (circular) a las mujeres de Kenzingen<; en: idem:Curso de ubicación histórica. Cuestiones de método y análisis de memorias significativas en el peregrinaje de la iglesia cristiana (Desde sus primeros tiempos hasta nuestros días) [= Curso de Educación Abierta/ ISEDET]; (Buenos Aires, 1998); pp.244-249.
Este ensayo originalmente fue publicado en:
Revista Parroquial (IERP, Buenos Aires) Vol.102/7 (julio 1997) pp.4-7
25 may 2008
Reforma protestante: la desobediencia debida
En su "protesta" contra este sistema, el movimiento de Reforma estableció a la Biblia como única norma y principio legitimador de su acción. Fiel a su carácter "desobediente", los iniciadores del movimiento expresaron en actos simbólicos la ruptura con el sistema vigente. Al quemar en la hoguera, como mera colección de tradiciones "heréticas", los tomos del Derecho Canónico (el 10 de diciembre de 1520, en las afueras de la ciudad de Wittenberg) , Martín Lutero y su grupo de seguidores dejaron en claro que su intención no era corregir los abusos o desprolijidades del sistema vigente, sino cuestionarlo desde sus mismos fundamentos.
Una característica esencial del sistema totalizador medieval era su gradualidad. Mediante una serie de escalones sucesivos, las personas podían acceder desde su realidad terrena (cotidiana y "pecaminosa") hasta la salvación divina (eterna y redimida). Pero ese peregrinaje únicamente lo podían emprender a través de los espacios, objetos, obras y ritos sagrados, que a tal fin les proporcionaba la estructura eclesial. Y como la gradualidad es cuantificable, en ese sistema de mediación eclesial nada era gratuito. Cada paso hacia la salvación requería un esfuerzo individual de las personas en acción, especies o dinero.
La "protesta" del movimiento der Reforma hace estallar ese sistema de mediación gradual de la salvación divina porque reorienta la vida cristiana en torno a un solo eje: la gratuidad (sola gratia). En la relación entre Dios y los seres humanos todo es gratuito. Basta que las personas confíen en él (sola fide) para que Dios les obsequie salvación y las haga partícipes de su justicia. Para lograr esa certeza cualquier persona no necesita más que la palabra de Dios tal como está contenida en la Sagrada Escritura (sola scriptura); palabra que ella misma puede comprender perfectamente con la ayuda del Espíritu Santo, que no suele fijarse en rangos ni jerarquías. En la vida de cada creyente la certeza en cuanto a su salvación se vuelve visible en el seguimiento de Jesús. Los creyentes no rehuyen el riesgo de la cruz (crítica y persecución), porque saben que Cristo no la rehuyó y resucitó.
Esta nueva propuesta de relación con Dios, centrada en torno al eje de la gratuidad, terminó por despedazar el anterior sistema de la gradualidad. Y como en esta nueva perspectiva de fe cada creyente bautizado (varón y mujer) accede a Dios en forma directa, de hecho es un/a sacerdote (sacerdocio universal). La anterior estructura eclesial de mediación clerical se vuelve superflua.
Inicialmente esta "protesta" se formuló en oposiciones muy simples, perfectamente comprensibles para el común de la gente:
Palabra de Dios contra palabra de humanos; Sagrada Escritura contra Derecho Canónico; derecho divino contra mandatos humanos; Cristo (pobre y pacífico) contra un Sumo Pontífice (opulento y guerrero), comunidad cristiana ("iglesia desde abajo") contra jerarquía Romana ("iglesia desde arriba"); servicio a los/las creyentes con predicación y cura de almas contra explotación a manos del clero; confianza en la bondad de Dios contra reaseguro en méritos propios; adhesión únicamente a Cristo contra recurso a santos/as mediadores/as; comunión solidaria entre los/as creyentes contra sacrificio eucarístico realizado por sacerdotes; libertad de obediencia contra sujeción a los ídolos.
Estos contrastes tan marcados revelan que la teología de la Reforma protestante en sus comienzos claramente se presentó como alternativa, como desobediencia y ruptura con el sistema eclesial y teológico vigente.
La popularización de esos contrastes y por ende de la desobediencia al anterior sistema, no sólo se impulsó mediante actos simbólicos o a través de predicaciones, sino también a través de la imagen impresa.
El renombrado artista Lucas Cranach (responsable del diseño gráfico de los grabados) representa a Jesús en medio de la sociedad contemporánea. Los atuendos de la gente que aparece en los grabados (a excepción de Jesús y sus discípulos) son los típicos de la sociedad alemana en esa época. La identificación que se establece entre el Pontífice Romano y la figura bíblica del anticristo, ubica el conflicto que se plantea entre Wittenberg y Roma en el tiempo previo a la segunda venida de Cristo. En cierta medida la urgencia de optar por uno u otro de ambos “modelos” también es un mensaje que este panfleto trasmite a la gente común.
En total se conocen siete ediciones de este Passional en idioma alemán (impresas todas ellas en el correr de 1521) y una edición en latín. Si para cada edición se calcula una media de 600 a 1.000 ejemplares, circularon entre 4.200 y 8.000 copias de este panfleto; estimando un efecto multiplicador de unas diez personas por copia, entre cuarenta y ochenta mil personas vieron y seguramente discutieron el contraste entre una opción de fe evangélica y otra eclesial tradicional.
Par 3: Cristo lava los pies de los discípulos, Juan 13 (V. 14-17) como signo de amor y humildad. – El Papa se esfuerza por imitar a tiranos y príncipes paganos, haciéndose besar los pies [en señal de sumisión] como ellos; así se cumple lo que está escrito en Apocalipsis 13 (V.15): Todo el que no adorase la imagen de la bestia será muerto.
* Publicado en Vida Abundante (IERP/ Buenos Aires) 107:5 (Sept/Oct 2002) pp.8-9
16 may 2008
Llamados a resistir en nombre del Altísimo
"Muchacho, ¿acaso no sabes quién es Ernst Käsemann? – me preguntó el profesor Hans Mallau, docente de hebreo y Antiguo Testamento, mientras me presentaba a un hombre y a su esposa en un pasillo de la Facultad de Teología (ISEDET). Corria el año 1976, yo recién iniciaba mis estudios de teología y, efectivamente, aún no sabía quién era ese hombre ya mayor que estaba en Buenos Aires visitando a una hija –la socióloga Elisabeth Käsemann- que desde 1970 vivía y trabajaba aquí. “Bueno, si estudias teología, ya te vas a enterar." Y el tiempo habría de darle la razón.
Pastor confesante
Ernst Käsemann había nacido el 12 de julio de 1906 en Bochum-Dahlhausen (Alemania). En 1931 terminó sus estudios de teología evangélica y desde 1933 se desempeñó como pastor en la congregación obrero-minera de Gelsenkirchen –Rotthausen, en la región del Ruhr. En 1946 comenzó a enseñar Nuevo Testamento, primero en Mainz, luego en Göttingen y finalmente en la universidad de Tübingen, hasta su emeritación en 1971.
Käsemann fue una figura sumamente importante para las generaciones de teólogos y teólogas evangélicos formadas después de la segunda guerra mundial. Ya antes de ésta como pastor de su congregación se había resistido a que los Cristianos Alemanes, que con su “teología germánica” eran cómplices activos de la política nazi de sometimiento y anexión de todas las instituciones alemanas a partir de 1933. Käsemann luchó para que los Deutsche Christen no coparen los cargos de responsabilidad en su congregación y en la Iglesia Evangélica Alemana
Esta resistencia y su adhesión a los lineamientos de la opositora Iglesia Confesante le costaron ser encarcelado en 1937. Entre los integrantes del conjunto de bronces de su congregación, que los domingos después del culto iban hasta las inmediaciones de la prisión, para tocar himnos en solidaridad con su pastor preso, estaba el joven Karl Schwittay -pastor de nuestra Iglesia Evangélica en el Río de la Plata desde 1955.
A pesar de su valiente opción personal, Käsemann siempre fue muy crítico consigo mismo y con lo que él consideró el fracaso de la Iglesia Confesante para resistir eficazmente el avance de la ideología y el poder nazi dentro de ella. "¡Si se logró sobrevivir al tiempo nazi," -dijo años más tarde- ello significa, que no se le opuso la resistencia, que hubiera correspondido oponer!" Palabras que quizás haya pronunciado teniendo en mente a Dietrich Bonhoeffer, pastor y teólogo de su misma generación asesinado en el campo de exterminio Flossenbürg, en abril de 1945.
La experiencia de haber sido iglesia fragmentada e impotente ante el terror genocida del totalitarismo nazi marcó definitivamente la teología de Käsemann. "Todo el hacer y padecer del cristiano se resume, en última instancia, en una sola cosa: no temer ni amar a los otros dioses. La esencia del discípulo radica en la lucha contra los ídolos; una lucha que de pronto puede desarrollarse de modo sereno y amigablemente cortés, y luego con ira y sarcasmo, en un momento con superioridad, y después otra vez sufriendo y muriendo. El cristiano tiene prohibido entregar irrestrictamente su corazón a cualquier cosa o a cualquier persna."(1)
Teólogo crítico
Discípulo del gran especialista del Nuevo Testamento Rudolf Bultmann, Käsemann se formó en la tradición más radical del análisis “histórico-crítico” de la Biblia. Los estudios de esa corriente habían llegado a la conclusión, de que los textos del Nuevo Testamento nos presentan una imagen de Jesús que no corresponde a la realidad. En los relatos bíblicos Jesús siempre aparece transfigurado y enaltecido, Señor de la comunidad que cree en él y en su resurrección. Por lo tanto -y en esto Bultmann era inflexible- en el Nuevo Testamento no aparece el Jesús histórico, sino el Cristo de la fe de los discípulos.
Sin embargo, Käsemann fue un agudo crítico de su maestro Bultmann. Sabía que, aun cuando la fe pascual de las primeras comunidades había echado las bases del mensaje cristiano, los contenidos de éste no se remontaban ni ni exclusiva ni principalmente al impacto que la pascua de resurrección había causado en los seguidores del carpintero de Nazaret. Por eso enseñó a sus estudiantes que en los evangelios era posible encontrar rastros auténticos del Jesús pre-pascual.
Esos vestigios -si bien son pocos- asoman allí donde el mensaje de Jesús difundido por los evangelios no puede ser derivado del judaísmo que lo rodea, ni adjudicado al cristianismo primitivo que se encargó de transmitirlo. En especial, lo orignario de Jesús se puede descubrir en aquellos de sus dichos que los primeros cristianos decidieron “suavizar”, por resultarles demasiado audaces y radicales. Por eso Käsemann afirma que "desde la oscuridad de la historia de Jesús, ciertos rasgos característicos de su proclamación, se destacan perceptiblemente con relativa nitidez." (2) Este anclaje en la realidad histórica era, para él, clave para la pertinencia del mensaje cristiano y fue una de las marcas de su reflexión teológica.
En su libro La llamada de la libertad (1967), que lo hizo conocido más allá de los ámbitos académicos, Käsemann reivindicó los resultados de la investigación bíblica moderna en contra de los ataques de sectores conservadores que la rechazaban como amenaza para la iglesia evangélica en Alemania.
Como respuesta, y con claras referencias a la claudicación ante el Tercer Reich de muchos de sus opositores, afirmó: "La libertad del cristiano no nos es dada al nacer, e incluso después del bautismo el camino que conduce a ella lo fuimos encontrando con gran dificultad. Si al hacerlo resultó que nos volvimos un poco 'protestantes de izquierda' o incluso revolucionarios, la culpa no la tuvo nuestra educación, ni mucho menos nuestro deseo o voluntad propias. El mérito de ello corresponde exclusivamente a las iglesias y hermanos, que no nos dejaron otra alternativa, cuando en momentos difíciles y por su tradición conservadora se aislaron de nosotros, como en otro tiempo los cristianos palestinos de los helenistas. Así también a nosotros sólo nos quedó abierto el camino hacia los paganos, y a veces nos llevamos mejor con los ateos que con los propios camaradas en la fe. Algo que sin duda resulta lamentable, pero no incomprensible [...] La libertad tiene un precio y gustillo amargo aquí en la tierra, y por eso cantamos: 'En el cielo todo va a ser mejor, cuando con tus ángeles esté Señor'." (3)
Los cristianos viven esa vocación de libertad, -siempre a la luz de la Palabra- con hambre y sed de justicia, y en consecuencia bajo la cruz. En este sentido para Käsemann la importancia de la iglesia como institución pasa a un segundo plano ante el compromiso con los demás, al que ha sido llamado todo cristiano.
La doctrina sobre la iglesia y el movimiento ecuménico siguen teniendo cierto valor y élestá dispuesto a dedicarles tiempo y energía. "Pero" -afirma- ya no nos llegan a fascinar, porque ya ninguna teología de la gloria logrará fascinarnos. No negamos que en todo tiempo, aunque no en todas partes, haya existido y exista un santa iglesia cristiana. [...] Sin iglesia nos volveríamos nómades errantes. Sin ella ni siquiera los que luchan en la resistencia podrían sobrevivir. Pero ella no es más que la hermandad de los que invocan a Cristo como Señor, lo siguen y le sirven en el mundo entero. La única gloria de la iglesia es poder servirle a él. [...] Sólo uno reina en los cielos, por eso cuando la comunidad terrena se ve reflejada en el cielo, da comienzo la catástrofe terrena de la falsa autoridad y de la autoidolatría eclesial, que conduce a las inquisiciones y al público reclamo de derechos por parte de la cristiandad que, de hecho, sólo fue llamada para servir." (4)
Discípulo del crucificado
Acatar el señorío de Cristo en la tierra marca a los discípulos con la señal de la cruz. Ésta no les ahorra participar en las crueles luchas del tiempo presente; por el contrario, los involucra más intensamente en ellas. "Pero -dice Käsemann- no luchan para erigir un poderío, sino porque deben llegar a ser iguales a su Señor. No quieren conquistar el mundo, sino defender el reclamo que su Señor hace de la tierra, y lo hacen muriendo. Su meta no es derrocar lo constituido, sino atestiguar que está en camino aquél que todo lo hará nuevo. No son más que >guarda lugares< (Platzhalter) del creador en un mundo que se apartó, y por eso han de vérselas con aquellos que en nombre de sí mismos se levantan contra su Señor, que no entienden el poder como mandato que les delega el creador y que por eso abusan de él. En ese sentido los cristianos que se dejan convocar a la resistencia, no son sólo testigos del señorío de Dios y signo de su cumplimiento, sino al mismo tiempo son representantes de una creación profanada, los voceros de todos los oprimidos, son el pueblo en el desierto, que les recuerda a todos que hay que abandonar Egipto, porque sólo hay salvación en el éxodo." (5)
Käsemann tenía plena conciencia de que el dolor y el sufrimiento son consecuencia de la sed y el hambre de justicia que experimentan los cristianos. Y en 1977 el dolor desgarrador los embargó a él y a su esposa Margrit, cuando el terrorismo estatal de la dictadura militar argentina asesinó a su hija en Buenos Aires.
Elisabeth, que había estudiado sociología en Berlín durante los años de las revueltas estudiantil de fines de los '60, conoció América latina, mediante un viaje que le permitió palpar la miseria, la marginación y la opresión de millones de personas. En 1970 llegó a Buenos Aires, donde trabó amistad con estudiantes del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET). Decidió quedarse en Buenos Aires y comenzó a trabajar como asistente social, comprometiéndose luego en la lucha política por una mayor justicia social.
Así se vinculó al Partido Obrero (revolucionario trotskista), y no quiso abandonar la lucha, incluso cuando luego del golpe militar de marzo de 1976, la represión se hizo cada vez más brutal y violenta. A comienzos de 1977 estaba dedicada a obtener clandestinamente documentación falsa para que pudieran huir del país personas perseguidas. El 9 de marzo fue detenida y “desaparecida” por un grupo armado. Torturada e interrogada en el regimiento de Palermo, luego fue trasladada al campo de extermino “El Vesubio”, en el camino a Ezeiza. (6)
Mientras estuvo “desaparecida” sus padres hicieron grandes esfuerzos reclamando por su integridad física ante las autoridades militares argentinas. También el entonces profesor Hans-Hartmut Schroeder, que había sido alumno de Käsemann, trató de averiguar quiénes tenían a Elisabeth y dónde.
Todo fue inútil. El 26 de mayo de 1977, un comunicado firmado por el general Suárez Mason hizo "aparecer" a una tal "Isabella Kasermann", muerta en un supuesto tiroteo entre fuerzas militares y "guerrilleros" en la localidad de Monte Grande. El 4 de junio el médico de la embajada alemana reconoció uno de los cadáveres como el de Elisabeth. Cuando finalmente su padre pudo recuperarlo -previo pago a militares argentinos de una suma cercana a los 30 mil dólares- éste sólo evidenciaba signos de tortura y de balazos en la espalda.
Aquella trágica situación me encontró siendo ayudante del profesor Schroeder, y comencé a saber quién era Ernst Käsemann al mismo tiempo que me enteraba cómo eran "desaparecidos", torturados, violados y asesinados los opositores políticos en la Argentina del "Proceso de Reorganización Nacional".
Resistir sin falsas ilusiones
Volví a ver al profesor Käsemann y a su esposa varios años después, en una conferencia sobre derechos Humanos e intereses económicos en Argentina, organizada por la Academia Evangélica en Hofgeismar (Kassel), no lejos de Göttingen, donde yo estudiaba en aquel año 1985. Su discurso sereno, poderoso y tajante me impresionó profundamente. El dolor parecía haber acrisolado la radicalidad política de su teología.
"A la injusticia -que es inextirpable- deben limitarla en todo lo posible –sostuvo-. Como teólogo, no creo en una tierra plena de justicia ni tampoco la espero. Sé bien que el ser humano es malo, pero también que a la injusticia hay que hacerle frente en donde ésta se produzca: en la familia, el trabajo, la nación, o el mundo. Donde yo pueda ayudar a que el prójimo viva en forma humana, debo hacerlo; aunque sea el prójimo más alejado, aunque viva en la isla más pequeña del Pacífico. Estamos llamados por la justicia a resistir contra lo injusto. No más que esto, pero tampoco menos.
“Y así defino yo a la iglesia de Jesucristo hoy: debe ser el movimiento de resistencia del Altísimo sobre la tierra contra sus enemigos. Y entre ellos están no sólo Helmut Kohl y antes Helmut Schmidt -es decir, no se detiene en un solo partido- sino también los políticos argentinos y Ronald Reagan. Ellos son los representantes de los enemigos de Jesucristo sobre la tierra, a los que debemos resistir aquí mismo. Porque no es cierto lo que nos decía la Gestapo, que a nosotros los cristianos, como a los gorriones, nos pertenece el cielo, mientras la tierra les pertenece a ellos.
“Demostrar esto, contra todos, es para mi la tarea de los cristianos. Incluso aunque fracase en ese deber, muy probalemente fracasen y de todas maneras mueran. [...] Por eso, como cristiano no me animo a levantar la consigna: >¡Compañeros, venceremos!<>¡Compañeros, resistiremos!<"
Para Ernst Käseman, formar parte de la resistencia del Altísimo en la tierra contra las estructuras de opresión e injusticia -sin otro compromiso, sin otras lealtades- era la señal que identifica al discípulo en su libertad cristiana bajo la cruz. Y el seguimiento del Crucificado implica resistencia en todos los frentes.
(1) E. Käsemann Der Ruf der Freiheit (= La llamada de la libertad), 1967, p.104.
(2) E. Käsemann "Das Problem des historischen Jesus" (= El problema del Jesús histórico); en: Exegetische Versuche und Besinnungen (2), 1953, p.213.
(3) La llamada..., p.67.
(4) La llamada..., p. 124.
(5) La llamada..., p.146.
(6) Sobre la actividad de Elisabeth Käsemann en Buenos Aires, su desaparición y asesinato, se puede ver el video-film Elisabeth de Frieder Wagner, sobre libro y guión de Osvaldo Bayer.
Publicado en Revista Parroquial/IERP 103:5 (mayo 1998) 6-9