4 oct 2021

 

Volante ilustrado – con textos de Hans Sachs – 1525

Un clavo en el zapato

                           

Autor: Leandro Cledou[1]

 

La Reforma Protestante del siglo 16 no sólo involucró a teólogos, obispos y príncipes. Fuera del ámbito académico y eclesial, el asunto también preocupaba a la gente común. Un zapatero de la ciudad de Nürenberg tomó la palabra en nombre del pueblo e interpretó su situación a la luz de los textos bíblicos y escritos de los reformadores.

En 1517, el monje Martín Lutero inició un movimiento que pretendía corregir irregularidades arraigadas en la iglesia, en torno al comercio de indulgencias (perdón de los pecados).

Pronto, este intento de reforma interna derivó en una discusión entre religiosos y profesores universitarios. Sin embargo, los planteos iniciales de Lutero no sólo se difundieron entre los intelectuales de la ciudad de Wittenberg, donde comenzó la Reforma. Algunas ideas fueron asimiladas y llevadas a la práctica por la gente común, como por ejemplo los campesinos y los artesanos. En algunos casos, las posturas tomadas por éstos implicaron incluso un desarrollo más profundo que lo dicho por Lutero.

Así, podemos ver que los postulados de Lutero en torno a los años 1519 y 1520 prendieron y se encauzaron en un sentido más completo que el que él pretendió darles. En su escrito A la nobleza cristiana de la nación alemana Lutero desarrolla su postura acerca del sacerdocio común de todos los bautizados y bautizadas. Poco tiempo más tarde, tradujo y se publicó el Nuevo Testamento. De esta manera, quedaron sentadas las bases para que el pueblo común pudiera (escuchar) leer el texto bíblico y asi comprender su situación particular.

 El pueblo quiere saber

Durante la Edad Media los campesinos ocupaban el nivel más bajo de la escala social. Eran considerados propiedad de los señores feudales, cuyas tierras debían trabajar y a quienes debían dejar una parte considerable de su producción. En 1524 y 1525, los campesinos del sur de Alemania reclamaron sus derechos amparándose en su interpretación del texto bíblico y de los escritos en que Lutero atacaba la codicia de los comerciantes, el cobro desmedido de impuestos por parte de los príncipes y el saqueo a manos de las órdenes mendicantes y el clero.

En sus Doce artículos del campesinado de Suabia reclamaban: poder elegir y remover a sus clérigos en la congregación; la modificación del cobro de los diezmos; la abolición de la servidumbre; la eliminación de los impuestos feudales; y la reforma en la administración de justicia.

La reacción a las demandas campesinas no se hizo esperar. Rápidamente las fuerzas aliadas de los príncipes, con el consentimiento ideológico de Martín Lutero, reprimieron duramente a los campesinos sublevados hasta derrotar y disolver el movimiento en pocas semanas.

Por otra parte, en la ciudad de Nürenberg, probablemente a comienzos de 1525, el zapatero Hans Sachs publicó y distribuyó un volante impreso con un poema titulado “El pobre Burro común”. En esta época, el volante era el medio más apropiado para difundir ideas y opiniones. Ante la falta de medios tecnológicos de difusión masiva, como son en la actualidad la televisión, el periódico, la publicidad, etcétera, los volantes impresos permitían acceder a un público numeroso en poco tiempo. La sencillez y la brevedad de los textos garantizaban que en pocos minutos el pueblo común los leyera y en forma amena comprendiera las ideas centrales que se querían transmitir. Además, la mayoría de los volantes estaban ilustrados con grabados que reflejaban las mismas ideas que se transmitian con palabras. De esta manera los autores aseguraban que su mensaje llegara incluso a un público no lector.

Zapatero a tus asuntos

Hans Sachs nació en 1494 en la ciudad alemana de Nürenberg, en una familia de artesanos, hijo de un maestro sastre. Los artesanos constituían una clase intermedia de la sociedad: estaban por debajo de la nobleza, quienes gobernaban y eran dueños de la tierra y de todo lo que en ella se producía; pero se encontraban en mejor situación que el campesinado. Los artesanos no sólo eran libres, sino que además podían aprender un oficio e incluso llegar a ser dueños de los talleres en los cuales trabajaban.

De los siete a los quince años Sachs fue a la escuela latina, luego de la cual comenzó como aprendiz en el oficio de zapatero. Al mismo tiempo, junto al maestro tejedor Lienhard Nunnenbeck, aprendió el arte de los maestros cantores, quienes se dedicaban a escribir e interpretar versos (coplas). A los diecisiete años comenzó un peregrinaje por Alemania que duró seis años. Luego se radicó en su ciudad natal, donde llegó a ser maestro en su oficio.

En 1520 tomó contacto con los escritos de Lutero, adoptando como propia la causa del reformador. Tres años más tarde, luego de haber estudiado numerosos libros y tratados luteranos publicó “El ruiseñor wittenbergués”, un largo poema didáctico dedicado a Lutero en el cual reseñó las enseñanzas de la Reforma, exhortando a los lectores a adherir a la misma. Sus escritos tenian como principales destinatarios a sus colegas artesanos, la mayoría de la población de Nürenberg. En sus coplas, Sachs adaptaba los complejos textos bíblicos, los clásicos romanos, la historia, y las obras literarias del Renacimiento italiano a la realidad de la gente común. Los mensajes eran simples, ya que siempre se expresaba mediante situaciones de la vida y en un lenguaje sencillo.

“EI pobre Burro común”

En el poema “El pobre Burro común”, impreso en forma de volante y acompañado de un grabado realizado por Hans Guldenmund (ver reproducción), Sachs dio a conocer las ideas de un sector evangélico popular acerca de su situación. En forma irónica, el poeta y artesano denuncia la explotación de la que era víctima el común de la gente, mostrando a los distintos actores sociales que participaban de esa dinámica social y religiosa. En algunas expresiones de Sachs se refleja la posición que Lutero enunció en los primeros años de la Reforma.

Las “alas” que tienen las figuras que aparecen en el volante sugirieren visualmente que se trata de alegorías o representaciones. Entre ellas se encuentran por una parte la Usura, la Hipocresía Religiosa y el Tirano, quienes se encargaron de explotar al Pobre Asno, y por otra parte la Razón, la Justicia y la Palabra de Dios, quienes desde su particular punto de vista interpretan la situación del representante del pueblo.

Falsos pastores

En el grabado se puede observar a un monje (se lo reconoce por el hábito) caído debajo del asno. En una mano sostiene una bolsa con monedas y cerca de su otra mano hay una Biblia caída en el suelo. En su discurso menciona el cambio de suerte que han sufrido los clérigos, quienes fueron rechazados por los laicos. Este cambio se evidencia en dos actitudes del pueblo: por un lado, ya no escucha más su palabra ni sigue sus enseñanzas, y, por otro lado, ya no contribuye más económicamente para su sostenimiento.

La Hipocresia Religiosa hace responsable de todos sus males a la Palabra de Dios: "Ay, cómo cambió mi suerte/ me lastimó y me hirió/ la Palabra de Dios, esa espada filosa/ sin ningún auxilio estoy, tirada en el suelo/ ya nada valgo para el Asno/ que antes con gusto solía escuchar mi voz/ haciendo todo lo que le enseñaba/ que suavemente me cargaba y docilmente me alimentaba/ y esplendidamente acrecentaba mis tesoros/ para yo poder pasar mi tiempo tranquila. / Ahora el asno me es esquivo/ y me niega su ración”.

Durante la Edad Media, el pueblo tenía impedido el acceso en forma directa a las Escrituras, ya que éstas estaban escritas en latín y las ediciones manuscritas eran demasiado costosas. Sólo el clero podía leerlas, interpretarlas y transmitir sentencias a los laicos de acuerdo a su conveniencia. En la Reforma el texto bíblico se tradujo a la lengua que entendía el pueblo y se difundió su lectura con la publicación de ediciones menos costosas que en épocas anteriores, gracias al perfeccionamiento de la imprenta.

Martín Lutero no sólo contribuyó con la traducción del Evangelio. Además admitió que para interpretar las Escrituras no es necesaria la autorización de ninguna institución terrena (por ejemplo, las universidades), sino un don infundido por el Espíritu Santo. A partir de este momento, los laicos comunes, como Hans Sachs, comienzan a leer e interpretar los textos bíblicos sin depender de los clérigos.

Por otra parte, Lutero pidió la abolición de todo tipo de mendicidad para que no hubiera en ninguna ciudad cristiana gente necesitada y para evitar la continua fuga de dinero para sostener el lujo en las iglesias y los monasterios. El cierre de este canal de fuga de recursos fue uno de los logros obtenidos a partir de la Reforma.

La luz de la Razón

La Razón (figura central) aparece en el grabado provocando al Burro, del modo en que lo hacen los toreros. Con esta actitud intenta que el Burro se rebele y reaccione violentamente para liberarse de su "carga". Además de señalar a la Usura y al Tirano como losresponsables de su situación, sostiene que la Palabra de Dios Io está paralizando.

"Burro, mira alrededor, ha sido derribada/ la Hipocresia que tanto te oprimía./Pero todavía soportas, sin cambio, amarga opresión/ por parte de la Violencia y la Usura;/ ellas te tienen agarrado/ y te cabalgan hasta dejarte sin fuerza y enfermo,/ además ellas ni te lo agradecen./ ¿De qué sirve la melodia de la Palabra de Dios/ si permaneces oprimido como antes? / Por eso encabrítate, y no demores, / a ver si logras derribarlas de un solo golpe, / pues entonces se aliviará tu trote tan pesado".

Entre fines del siglo 15 y comienzos del 16 se produjo un cambio histórico que marcó el fin de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna. Durante la Edad Media la figura de Dios, y el texto bíblico como su palabra revelada, fue la medida con que se interpretaba toda la realidad. En la Edad Moderna, la figura del ser humano y su capacidad de razonar desplazaron a Dios del lugar central que ocupaba. Este enfrentamiento de distintos modos de interpretar la realidad, sin dudas debe haber confundido a la gente común en estos tiempos, y así lo refleja el volante de Hans Sachs.

El poder por la fuerza

Sachs denuncia un orden social sostenido por la represión que ejercen los caballeros feudales (representados por el personaje montando con armadura). Para este sector social el pueblo común nació para servir y darle de comer a aquellos que lo consideran su propiedad. El sometimiento a los trabajadores es tan grande que ni siquiera se les permite alimentarse de lo que ellos mismos producen.

"Burro, tú naciste/ para cultivar trigo y cereal/ pero para comer ortigas y espinos./ Por eso ve sin murmurar/ si no con gusto, a disgusto./ Porque voy sentado firme sobre tu delantera/ y te sopapeo fuerte las orejas/ mientras te clavo además las espuelas;/ eres mi propiedad y mi súbdito/ estás obligado a bailar según mi voluntad/ el consejo de la Razón de nada sirve”.

En este aspecto, la lectura que hacen los sectores laicos urbanos simpatizantes con la Reforma iba más allá de la ideología de los reformadores del entorno de Lutero, que no denunciaron las injusticias cometidas por las autoridades seculares de turno, ya que contaban con su apoyo y cobertura política, a cambio de lo cual manifestaron su lealtad.

Se le fue la mano

La Usura, representante del poder financiero (comerciantes y prestamistas), en complicidad con el poder político, explotaba al pueblo mediante el cobro indiscriminado de intereses que lo despojaban completamente, hasta el punto de quitarle el propio pellejo... La crueldad de la imagen es enfatizada en sus palabras: al mismo tiempo que despelleja al pobre Burro, lo hace responsable de su suerte, justificándose por si 'se le va la mano'.

"Ay, Burro, cuida de tu pellejo tú mismo/ para que no te corte la carne./ Te despellejo y exprimo por ambos costados/ por eso me expulsó Roma./ Ahora ya me cargaste por largo tiempo/ con paciencia y sin oposición/ Dime: ¿qué significan de pronto tus coces?/ Con ellas nada lograrás para liberarte/ por más fuerte que te lo sugiera la Razón/ La Violencia me carga sobre tu lomo/ y junto conmigo se apropia del mismo botín/ por eso cabalgo seguro sobre ti”.

Desde los primeros años de la Reforma, la explotación usuraria fue una de las prácticas sociales y económicas condenadas por Lutero. En los Sermones sobre la usura el reformador sostiene que “a los cristianos no les corresponde hacer otra cosa que dar sin tomar nada a cambio”. Todo tipo de usura no es más que una violación del mandamiento divino de asistir a los hermanos necesitados sin pedir nada a cambio. No es admisible, ni siquiera cuando se trata de obtener recaudaciones para la institución eclesial.

En carne propia

El Burro en esta visualización encarna la situación en la que se encontraba el sector más vulnerable de la sociedad medieval: los trabajadores campesinos. Su estado es desesperado y desesperanzador. Encima suyo están sus opresores, los gobernantes y los comerciantes, quienes le exigen impuestos e intereses por los préstamos contraídos, que superan ampliamente lo 'humanamente' soportable.

Ante esta violencia el (Asno-)pueblo reclama auxilio de la Justicia; no pretende demasiado, sólo lo que es justo, lo más básico que le pertenece: su propio ser.

No hay en el mundo animal más desgraciado/ tengo que trabajar llueva o truene/ para obtener lo que engulle todo el mundo / mientras que apenas me dejan la paja de la avena/ Sobre mi cabalgan dos malandras: / el de más adelante me golpea el hocico/ y siento sus espuelas afiladas/ mientras el de atrás me despelleja vivo/ ya diario chorrea mi sangre / ¡Ay, Justicia, ayúdame pronto / antes de que esta miseria me ciegue/ y comience a patear en derredor, perdiendo toda cordural”.

Quiero, pero no puedo

La Justicia está inmovilizada por un cepo que le impide actuar. Aunque tenga la intención de socorrerlo, no puede hacerlo; los que tienen el poder juzgan a su manera y la Justicia no es la medida de sus actos, sino la ambición. Para el pueblo oprimido sólo resta confiar en Dios.

Ay burro, me das pena/ Me doy cuenta que no es poca tu desgracia/ te daría la luz de mi auxilio/ pero mi espada ya no corta/ como cuando castigué a Tarquino/ Ahora a mi me toca estar prisionera/ de impura tiranía usurera/ su corazón está endurecido como piedra/ nadie puede hablarles/ Tu miseria y la mía dan lástima/ Por eso denúncialo sólo a Dios/ Él bien te puede sacar de la desgracia“.

Es Palabra de Dios

En contraposición a la Razón que sugería el uso de la fuerza para salir de la situación de dominación, la Palabra de Dios propone al pueblo la resistencia pacífica. De acuerdo a esta interpretacion de los textos biblicos, dominante durante toda la Edad Media, Dios es la fuente de todo lo que le acontece a la humanidad, incluso de sus sufrimientos. La Palabra de Dios descarta toda posibilidad de una reacción violenta por parte de los damnificados. Antes bien se confía plenamente en la intervención de Dios, quien asume el sufrimiento del pueblo. Alienta esta esperanza el hecho de que ya se ha liberado de la Hipocresía espiritual.

"Burro, la Razón te ha cegado/ pues pretendes resistirte a la Violencia/ que Dios envió como castigo de tus pecados/ Por eso no te opongas / carga tu propia cruz en la desgracia/ y permanece paciente hasta el fïn/ Quien vence será coronado/ tú permanece quieto hasta tanto Dios cambie/ el régimen tirano y usurero/ Deja en SUS manos la venganza/ SUYA es la venganza, dice la Escritura/ Él destruye con poder a los violentos/ al Faraón lo arroja al fondo del mar/ al rey Eglón lo hieren mortalmente/ los perros lamieron la sangre del rey Acab/ siendo que todo Israel los maltrataba/ Así también hoy día/ Dios salva a su pueblo de las fauces/ de Tiranos que hacen cosas terribles/ También del veloz daño de la Usura / Dios sana a su pobre pueblo/ así como cesó la Hipocresía espiritual/ apenas Dios la tocó con su boca/ Dios fielmente sostiene su pacto

La otra historia

La lectura e interpretación de un volante impreso permite comprender que la Reforma no fue un asunto exclusivo de teólogos, profesores universitarios y príncipes. Mientras la discusión de éstos se desarrollaba más bien en ámbitos institucionales y en torno a temas doctrinales, al pueblo común le preocupaba la realidad concreta de cada día.

Tomando como punto de partida los enunciados de Lutero, el pueblo se animó a cuestionar a sus autoridades religiosas y políticas. En esas circunstancias las opiniones disidentes suelen ser silenciadas o expulsadas para que la institución no se vea per- judicada. En 1527 la obra de Hans Sachs fue prohibida por haber escrito algunos versos marcadamente antipapales. Debido a que en sus escritos tocaba asuntos politicos, éstos no fueron bien recibidos por las autoridades de su ciudad, que si bien eran luteranas, también eran muy “cautelosas”. Es llamativo que este tipo de documentos no siempre se tienen en cuenta en la actualidad como testimonio histórico de ésta época.

Para el pueblo común, la aceptación de la Reforma implicó mucho más que un nuevo discurso: significó un modo de vida, sobre todo porque se trata de quienes llevan las de perder, los que están “del otro lado”, del lado de los que sufren, los que sólo cuentan con la protección de Dios.



[1] Ensayo presentado como requisito de aprobación del Curso Iglesia y Teología en la Historia 2 (Medioevo & Reforma) – a cargo del titular del Dpto. de Historia en el Instituto Superior de Estudios Evangélicos (ISEDET – Buenos Aires – 1998).
Publicado en Revista Parroquial – de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, Año 105 – Edición 10 – Octubre 2000, págs. 8-12.


22 may 2021

 

La tolerancia y el arte de la duda

el legado de Sebastián Castellion

Stefania Salvadori

Con la publicación en 1936 de Castellion contra Calvino o consciencia contra violencia[1] quedaba inmediatamente en claro que Stefan Zweig quería plasmar en los protagonistas de su novela el contraste entre dos actitudes existenciales irreconciliables: el fanatismo sanguinario del reformador ginebrino frente al espíritu tolerante del humanista oriundo de Saboya. E igualmente era claro que en el contexto político europeo de aquellos años ese contraste superaba los límites puramente historiográficos y se transformaba en despiadada denuncia de un totalitarismo ya desbocado. Escrito tres años después de la toma del poder por parte del partido nazi y dos años después de que Stefan Zweig eligiera el exilio voluntario en Londres, Castellion contra Calvino fue un lúcido intento de desenmascarar la locura homicida que guiaba a Adolf Hitler, el último y más peligroso alter-ego del intolerante Juan Calvino.

Gracias a esta novela, la figura de Sebastián Castellion[2] logró salir de los estrechos límites de la investigación historiográfica, pero, como suele ocurrir, al mismo tiempo se ha deslizado hacia una estilización literaria que a menudo trivializó su mensaje. La libertad de conciencia, la convivencia de diferentes religiones o confesiones, el rechazo de la violencia son temas inherentes a la historia de la humanidad que no pueden encontrar solución práctica en la simple oposición frontal entre los dos extremos del fanatismo y la tolerancia, sino que deben ser siempre comprendidos y regulados en sus precisos mecanismos internos.[3] Si, pues, se intenta retomar la propuesta de Zweig sin entrar en el campo de la literatura, pero respetando los límites que impone una perspectiva crítica, quizá sea legítimo tratar de mirar el pensamiento de Castellion y, sin desvirtuar su ubicación histórica, extrapolar algunos conceptos centrales de su doctrina de la tolerancia que pueden seguir siendo válidos hoy en día frente a aquellos extremismos religiosos, difíciles de reducir a las categorías secularizadas de nuestra sociedad.

 

El caso Miguel Servet y el peligro de
la anarquía de las conciencias

En el centro de su novela, Stefan Zweig sitúa el caso de Miguel Servet, que de hecho representa una especie de hito en la historia de la Reforma.[4] Con la condena a muerte del médico español, culpable de haber cuestionado radicalmente el dogma trinitario, en 1553 se produjo la fractura definitiva entre quienes se mantuvieron dentro de las iglesias transalpinas institucionalizadas y compartieron el proceso de confesionalización, y quienes, en cambio, siguieron remitiéndose a una tradición humanista poco proclive a las definiciones dogmáticas y abierta a posiciones religiosas dispares. Sobre todo, estos últimos vieron cómo la ilusión de que la Reforma pudiera realmente garantizar la plena libertad de interpretación de los textos sagrados se hizo añicos con la ejecución de Miguel Servet. Como denunciaron en su manifiesto compuesto bajo dirección de Sebastián Castellion, el De haereticis, an sint persequendi (1554), con esa sentencia de muerte se encontraron ante una situación inesperada: las iglesias transalpinas también parecían traicionar el programa original de la Reforma, transformándose en órganos de control y reglamentación de las conciencias tan violentos como la "babilónica" Iglesia de Roma.

Consciente de ser calificado de tirano, incluso como nuevo "Papa de Ginebra", Calvino trató de explicar su posición como un intento de mantener el término medio entre dos extremos opuestos e igualmente peligrosos: el de la "tiranía romana", donde la Palabra se había convertido en un instrumento de ley y opresión, y el de una libertad de conciencia vacía por estar desligada de la Verdad manifestada en la Escritura. Contra los que apelaban a la misericordia indiscriminada, Calvino recordó que no sólo era necesario predicar, sino también defender la pureza de la Palabra y la unidad de la Iglesia: si se aceptara cualquier interpretación humana de la verdad divina, la comunidad de los fieles se desintegraría en una anarquía total y cada individuo podría crear su propia religión o dedicarse al ateísmo extremo. Aunque estaba dispuesto a tolerar y a corregir los errores y las opiniones divergentes sobre los detalles más oscuros de los misterios divinos, Calvino creía necesario recurrir a la pena capital contra cualquier negación obstinada de una verdad evidente -ante todo la Trinidad- que pusiera en tela de juicio la esencia de Dios, en la que se basaba la propia identidad de la comunidad de los fieles. Por ello, la Iglesia debía velar por el mantenimiento de la pura doctrina dada por Dios no sólo a través de la palabra de sus ministros, sino también a través de la espada de los magistrados.[5] Y ello porque en la perspectiva calvinista y de manera más general en el siglo XVI, el mantenimiento de una unidad social sobre la base de una clara confesión de fe era primordial para la libertad del individuo, que sólo podía subsistir dentro de los límites de una doctrina compartida y preestablecida en sus contenidos esenciales. Defender a la Iglesia de toda herejía correspondía, por tanto, a defender a la propia sociedad de elementos perturbadores peligrosos.

 

Matar a un ser humano no equivale
a defender una doctrina

Muchos se opusieron a la argumentación de Calvino, pero fueron los escritos de Sebastián Castellion -empezando por De haereticis, an sint persequendi publicado en 1554[6] - los que propusieron un desmantelamiento conceptual radical, redefiniendo los términos de la propia manifestación de la Verdad divina y reformulando la cuestión de la tolerancia dentro de un nuevo modelo gnoseológico.

El primer principio introducido por Castellion es la distinción, aún no hecha en el siglo XVI, entre las tareas asignadas al magistrado y al pastor. Frente a Calvino, que creía que incluso el poder secular tenía el deber de defender la verdadera doctrina con la espada, el humanista saboyano limita la tarea de ésta al mantenimiento del orden público en el que se basa todo tipo de sociedad, de la que la Iglesia es un tipo. El trabajo de los magistrados es proteger a los pastores y a todos los ciudadanos en general de la violencia, no combatir las ideas y reprimir las discusiones religiosas que sólo deben resolverse utilizando las Escrituras y la razón. Por lo tanto, si Miguel Servet hubiera atentado contra la vida de Calvino o de algún otro ciudadano, habría sido justamente condenado a muerte, pero como sólo buscaba una oportunidad de debate y confrontación sobre el espinoso dogma de la Trinidad, debería haber sido instruido unicamente mediante el poder de la predicación.

Matar a un hombre, concluye Castellion, nunca significa defender una doctrina, sino simplemente matar a un hombre.[7] Y esto es aún más cierto en el caso del mensaje de misericordia de Cristo, que de ninguna manera puede ser causa de violencia, so pena de una contradicción performativa irremediable. Los que dicen creer en el Evangelio, son incluso sus ministros y predicadores, y sin embargo justifican y practican la violencia; a los ojos del humanista, sólo utilizan la Palabra divina para justificar sus intereses privados, su sed de poder y riqueza.

La separación radical entre la autoridad religiosa y la autoridad política se manifiesta, por tanto, inmediatamente como ajena a toda doctrina del uso de la espada, y ello no sólo porque cualquier violencia contradiría el ejemplo de mansedumbre de Cristo, no sólo porque fe no puede imponerse desde fuera, sino también y ante todo porque la doctrina divina sólo mínimamente está definida con claridad, en tanto el resto queda librado a innumerables interpretaciones personales.

 

Blasfemia, error o interpretación legítima

Castellion relativizó radicalmente el concepto mismo de Verdad y su comprensión, argumentando que la equiparación automática y absoluta entre error y blasfemia introducida por Calvino era un peligroso malentendido. Él en cambio, propone una clara distinción entre impiedad como negación consciente y obstinada de Dios, por un lado, y, por otro, el error que se genera en el campo de la interpretación. Retomando la etimología del término "herejía" en el sentido de "opción", Castellio distingue su valor según la menor o mayor coherencia con la Palabra divina: se hace una buena elección al creer y actuar según la enseñanza de Cristo, una elección impía cuando se niega a Dios aunque se le haya conocido, una elección intermedia si se aceptan las Escrituras aunque se interpreten incorrectamente en algún pasaje. Este último fue el caso de Miguel Servet, que no negaba la Trinidad como tal, sino que interpretaba su misterio de forma burda y falsa.

El rechazo a hacer coincidir por completo el error y la impiedad se basa en una distinción entre la actividad de interpretar la Escritura y la negación malévola de Dios, a la que sigue una distinción entre la fe en el sentido general de la Palabra y su comprensión plena. En estos dos supuestos subyace un cuestionamiento de la claridad del mensaje divino tal como lo transmiten las Escrituras. A diferencia de Calvino -y con él gran parte de la Reforma- Castellion desarrolla una concepción del texto sagrado como una producción humana histórica y lingüística que no sólo sufre la corrupción natural con el paso del tiempo, sino que se propone como imperfecta ya en su misma formulación original. Esto no quiere decir que todo en ella sea relativo y corruptible, sino que su incuestionable contenido de verdad debe reducirse a unos pocos contenidos específicos -los prima principia que reconocen a un Dios y su justa actuación en el mundo- y a un mensaje general accesible a todos -el tenor scripturae que corresponde a la delineación de una práctica ética marcada por la misericordia y la justicia de Cristo. Sobre esta base siempre es posible establecer la concordia entre los fieles y constituir una comunidad cohesionada, pero cuyos contornos no son rígidos. De hecho, el resto de la Escritura puede ser objeto de diferentes interpretaciones, que son siempre legítimas en tanto sean coherentes con estos (pocos) principios fundamentales y este modelo (general) de comportamiento.

 

La razón y el proceso de comprensión de la Verdad.

Si el texto sagrado es imperfecto y, por tanto, transmite la Palabra divina sólo parcialmente, si su comprensión no queda asegurada por una iluminación interior del Espíritu, ¿cómo se puede distinguir la verdad de la herejía?, ¿a través de qué instrumentos se puede dirigir la vida para alcanzar la salvación final? Por último, ¿cómo evitar la disolución de la comunidad religiosa en una anarquía de puntos de vista no homogéneos, asegurando al mismo tiempo la plena libertad de interpretación de cada creyente? Estas son las preguntas a las que Castellion responde con una nueva doctrina gnoseológica en su último tratado, el De arte dubitandi.[8] Aunque se mantiene dentro de una visión religiosa del mundo y, en consecuencia, no puede leerse en términos puramente ilustrados o incluso secularizados, este texto constituye un punto de inflexión decisivo en la larga historia de la doctrina de la tolerancia moderna porque redefine radicalmente las formas humanas de relacionarse con la Verdad divina.

Dado que sería falso e incluso malicioso -y por tanto imposible- que Dios prometiera la vida eterna aun sabiendo que es imposible que el ser humano la alcance porque la verdad divina le resulta inaccesible, se puede deducir necesariamente que nuestro Padre celestial ha dotado al ser humano de los instrumentos necesarios para procurarse el sustento espiritual necesario, al igual que ha dotado a las aves de alas para volar en busca de alimento. Las herramientas que todos los seres humanos tienen son, para Castellio, las facultades cognitivas básicas -la duda y la fe, la ignorancia y el conocimiento- que Dios mismo instituyó para extraer de la Escritura el conocimiento necesario para lograr la salvación eterna, es decir, el conocimiento perfecto de la Verdad. Sin embargo, si esta última es una meta inalcanzable en la vida terrenal, ello no significa que su consecución pueda lograrse de una manera progresiva, precisamente adaptando de vez en cuando las capacidades gnoseológicas humanas al grado de expresión de la verdad divina.

El instrumento mediante el cual los fieles pueden elegir la actitud más adecuada para acercarse al texto sagrado es la razón filia Dei, que Castellion describe de nuevo en términos fuertemente espiritualistas, como expresión directa de la voz divina en el ser humano, antecedente por ello de toda escritura y de toda tradición. Es precisamente esta razón -profundamente histórica, natural y, sin embargo, divina, eterna- la que permite eludir toda mediación eclesiástica o escritural entre el ser humano y Dios y ofreciendo un plano neutral de comparación, en el que todo creyente tiene igual derecho a experimentar e interpretar. La experiencia religiosa guiada por la razón ya no se define, por tanto, como el efecto de una Verdad divina fija impuesta desde arriba, a la que el creyente individual debe ajustarse, sino que se configura como un intento multiforme y siempre abierto de comprender a Dios, como un descubrimiento y experimentación en progreso, del mensaje del Evangelio en el que teoría y praxis se funden por completo.

En el De arte dubitandi de Castellio, cada creyente está llamado a utilizar sus propias facultades naturales para analizar el texto bíblico, para discernir mediante el uso de la razón el grado más alto de verdad al que se le permite acceder y así obtener el pan celestial, la sana doctrina christiana, aislando sus misterios (supra sensus et intellectum) de las falsificaciones y errores introducidos por los hombres (contra sensus et intellectum). Una vez reconocidos los grados de evidencia del mensaje divino, es necesario entonces, de nuevo a través de la razón, elegir el mejor medio para acercarse a cada uno de ellos: la duda, la ignorancia, la fe o el conocimiento. Es precisamente la incapacidad -o la falta de voluntad- de distinguir los distintos grados de evidencia de la verdad divina y, por tanto, la necesidad de abordarlos con los medios gnoseológicos adecuados, el origen de toda intolerancia: la pretensión de formular ciertos juicios sobre misterios divinos incomprensibles para el ser humano, o la exigencia de una fe incondicional en detalles oscuros de la Escritura, conducen inevitablemente a la violencia como única forma de doblegar las conciencias, dado que no es posible convencerlas por la razón.

 

La dinámica de la experiencia religiosa
entre la duda, la ignorancia, la fe y el conocimiento
.

La verdadera tolerancia sólo puede definirse como consecuencia de una relación equilibrada y correcta con la Verdad divina y, por tanto, como conciencia de los límites inherentes al entendimiento humano y como imposibilidad de distinguir siempre con claridad el error de los misterios divinos o de las posibles interpretaciones de los mismos. En el caso de pasajes controvertidos, de los que no es posible deducir claramente un contenido evidente para todos, es por tanto oportuno mantener la duda y aceptar la coexistencia de diferentes interpretaciones. En el caso de los verdaderos arcanos divinos que el intelecto humano, en su debilidad, no puede captar, es necesario profesar la propia ignorancia y evitar expresar opiniones precipitadas, y mucho menos imponerlas por la fuerza a los demás. No obstante, en ambos casos, mientras no se nieguen los primeros principios y el modelo ético encarnado en Cristo, en los que se basa la concordancia de las distintas opiniones, se perjudican aspectos de la Escritura que no son necesarios para la salvación y que, por tanto, pueden dejarse a un lado sin problemas.

En los extremos opuestos del espectro están la fe y el conocimiento, que deben aplicarse en cambio al contenido necesario para alcanzar salvación eterna. A menudo hay verdades en la palabra que no se pueden describir ni demostrar claramente, pero a las que el creyente no puede renunciar. Es el caso de la promesa de la redención, de la vida eterna, de la justicia o de la resurrección de los muertos: nadie puede demostrar su veracidad ni describir todos los detalles, pero creer en estas promesas es esencial para orientar el camino humano hacia la salvación. Para Castellion, la fe es de hecho un acto libre de la voluntad humana, no un don divino. Y al mismo tiempo esa fe no es ciega ni insegura, pues aunque no conozca el contenido de las promesas, el cristiano conoce la bondad de Dios que las formuló y el mensaje de misericordia y justicia anunciado por Cristo. Precisamente en la aceptación del riesgo sin la certeza de que lo que se espera se hará realidad, precisamente en la valentía de encomendarse totalmente al Padre, la fe es digna de una recompensa y asegura la salvación. Ningún mérito, por otra parte, debe darse al conocimiento que se aplica a las verdades manifiestas casi como una adaptación necesaria del intelecto a la realidad. Sin embargo, ni la fe ni el conocimiento justifican ningún tipo de violencia; al contrario, es precisamente en su dialéctica donde la experiencia religiosa se convierte en una práctica ética marcada por la tolerancia. La dinámica entre los contenidos que se creen o se conocen (o que se dudan o se ignoran) no es de hecho estática ya que la relación del individuo con la Verdad divina es un proceso gradual de evolución y reconfiguración. El alcance del conocimiento se amplía específicamente a medida que los contenidos de la fe se experimentan en la práctica diaria y, de este modo, se comprueba que son verdaderos. Una verdad evidente -porque se experimenta- no puede creerse, sino sólo conocerse, por lo tanto allí donde termina la fe, comienza el conocimiento.

La experiencia religiosa no se expresa, por tanto, en una confesión de fe establecida de una vez por todas, sino en una praxis de vida, que es al mismo tiempo una meta que cada creyente individual puede alcanzar a través de sus facultades naturales, reconociendo sus propios límites a través de la duda y la ignorancia y adoptando -verdadera y progresivamente- el modelo de justicia y mansedumbre encarnado por Cristo a través de la fe y el conocimiento. Teoría y praxis, doctrina y ejercicio de la justicia representan los polos inseparables de un dinamismo siempre reconfigurado. Castellion nos invita así a dar un vuelco al modelo tradicional, convirtiendo al creyente en actor activo del proceso gnoseológico y situando la interpretación de la Escritura y el conocimiento de Dios en el ámbito de lo mundano, sujeto por definición a los límites y errores de la naturaleza humana. Precisamente en este amplio espacio interpretativo, en el que la prudente ignorancia protege de toda pretensión temeraria de juzgar incluso sobre lo que no puede conocerse, hay plena tolerancia para con las opiniones discordantes y misericordia para con los errores, ya que ningún ser humano puede arrogarse el privilegio de poseer un conocimiento perfecto de la Palabra divina. Ni siquiera la Iglesia, formada por meros seres humanos, puede atribuirse el derecho de establecer la Verdad y, a través de ella, condenar una opinión, sino que debe limitarse simplemente a amonestar a quienes se equivocan, a guiar a los débiles y a vigilar las discusiones doctrinales entre las diversas interpretaciones, para que nadie ejerza la violencia, pero al mismo tiempo nadie niegue de palabra o con la acción el ejemplo de Cristo.



[1] Stefan Zweig, Castellio gegen Calvin oder das Gewissen gegen die Gewalt (Castellio contra Calvino: Conciencia contra violencia - Traducción de Berta Vias Mahou, Ed. El Acantilado, 256 págs.)

[2] Para las referencias biográficas y bibliográficas esenciales basta remitir aquí a Hans R. Guggisberg, Sebastian Castellio 1515-1563. Humanist und Verteidiger der religiösen Toleranz im konfessionellen Zeitalter, Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen 1997.

[3] Para una perspectiva más amplia de la Modernidad temprana, véase Friedrich Vollhardt (Ed.), Toleranzdiskurse in der Frühen Neuzeit, De Gruyter, Berlín/Boston 2015.

[4] Para conocer los antecedentes históricos, véase Roland H. Bainton, Servet, el hereje perseguido, Madrid, 1973. En idioma español ver tb. George H. Williams, La reforma radical, FCE, México, 1983: págs. 32-33; 228-230; 305-308; 348-354; 372-376 y 670-678.

[5] Juan Calvino, Defensio orthodoxae fidei de sacra Trinitate contra prodigiosos errores Michaelis Serveti Hispani, Robertus Stephanus, Ginebra 1554, 29-40 (= Defensa de la fe ortodoxa sobre la sagrada Trinidad, contra los prodigiosos errores del español Miguel Servet)

[6] S. Castellione, De haereticis an sint persequendi [Si debe perseguirse a los herejes], Georg Rausch, Magdeburgo [Oporinus, Basilea] 1554.

[7] Sebastián Castellione, Contra libellum Calvini, s.e., s.l., s.d. [¿Holanda? 1612], 73. (hay traducción al español: Contra el libelo de Calvino; Ed. Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2009; 211 págs., ISBN: 978-84-922923-4-9)

[8] Sebastiano Castellione, De arte dubitandi et confidendi, ignorandi et sciendi, editado por Elisabeth Feist Hirsch, Leiden, Brill, 1981. Para un análisis de esta obra, véase Stefania Salvadori, Sebastiano Castellione e la ragione della tolleranza, L' "ars dubitandi" fra conoscenza umana e "veritas" divina, Mimesis, Milán 2009.

19 abr 2021

 

Luthero 1521 en Worms

 Hacerle frente al diablo

 

 

Entre las palabras apócrifas, o dudosas, de Lutero no reconocidas como válidas, la más famosa es: "Ésta es mi postura. No veo otra opción. Que Dios me ayude, Amén". Se dice que con estas frases el monje agustino de Wittenberg finalizó el discurso que pronunció el 18 de abril de 1521 ante el emperador Carlos V, los príncipes electores y demás representantes del Sacro Imperio Romano Germánico en el cónclave de Worms. Esto ocurrió hace medio milenio. La escena de la confesión de Lutero, con la que niega retractarse, hasta hoy día sigue siendo la más conocida y heroica de su vida. Las frases se han convertido en una retórica del gesto patético. Una codificación con valor cívico, a favor de la libertad de conciencia y la defensa comprometida de convicciones propias. Así ingresaron a la memoria colectiva de Alemania, del protestantismo, de Europa y del cristianismo en el mundo entero.

 

¿No deberíamos, pues, entonar con Giordano Bruno - fan de Wittenberg: ¿Se non è vero è molto ben trovato? Incluso aun si el logion hubiera sido inventado - da en el blanco. Porque en este gesto lingüístico se condensa de forma única el carácter icónico de la escena en Worms. La del confesor inamovible, que se apoya únicamente en su conciencia atada a Dios, haciéndole frente al poder eclesial y político. El insignificante monjecillo resiste solamente con la palabra al personaje más poderoso del mundo cristiano de su época, en cuyo reino el sol literalmente no se ponía nunca - David contra Goliat, el cuento del teologillo valiente.

 

En efecto, la desmitologización puede en este caso estar condenada al fracaso. Pero resulta aleccionador visualizar el camino que ha recorrido la fórmula y con ella la imagen del sólido luchador firme en su conciencia. 

En el inició de la memoria sobre lo acontecido en Worms primó desilusión. El recuerdo más antiguo del evento, que más adelante terminó siendo transfigurado, lo proporcionó el profesor de teología Lutero. Apenas saliendo de Worms, le trasmite a su amigo Lucas Cranach en Wittenberg: que su expectativa había sido, que el emperador "reuniera a un doctor o a cincuenta" para vencerlo, a él, un „monje", "honestamente". En cambio, "aquí no hubo lugar a más que esto: ¿Los libros son tuyos? Sí. ¿Quieres, o no quieres revocarlos? No. ¡Entonces lárgate!".

 

Martin Lutero en Worms

 

En el transcurso de los años y décadas siguientes, en el recuerdo que de ella guardaba Lutero, la escena de Worms fue creciendo. Arguyó que Thomas Müntzer nunca había tenido que experimentar angustias como las que él había sufrido en Worms. También le gustaba referirse a su experiencia en Worms como ejemplo de cómo había resistido al gran tentador: el diablo. A los comensales de su mesa en el "Monasterio Negro“ (su hogar en Wittenberg) y a medida que envejecía, el reformador les transmitía la sensación de que Worms había sido una especie de punto de inflexión en la historia, un gran momento en su vida.

 

Nada parece comprobar más a las claras la importancia del acontecimiento "Lutero en Worms", que el eco que recibió a través de publicaciones. Pues aunque la presencia del hereje, que ya había sido condenado legalmente por el Papa, no era el tema más importante del primera cónclave imperial del joven emperador Carlos V, la atención que recibió Lutero en publicaciones eclipsaba todo lo demás. No menos de 120 obras impresas en latín y alemán aparecieron en tiempo cercano a su interrogatorio, informando sobre el mismo. Muchos de estos impresos también contenían partes de sus discursos y el registro detallado de lo que Lutero había hecho y con quién había hablado entre el 16 de abril, día de su llegada, y el 26 de abril, día de su partida. El mismo Lutero y quienes le rodeaban, personas como el secretario privado del príncipe elector de Sajonia: Georg Spalatin, el humanista Justo Jonas (de Erfurt) o el colega de la facultad en Wittenberg Nikolas von Amsdorf, fueron punto de partida para estas publicaciones y por ende, también, para la formulación primera del: "Ésta es mi postura".

 

En su primer interrogatorio, el 17 de abril, Lutero, después de que se le exigiera que se retractara de sus enseñanzas y escritos, había pedido tiempo para reflexionarlo. Es probable que la razón para pedirlo fuera doble: honestamente lo sorprendió que no se le diera espacio para una discusión sobre el contenido de sus enseñanzas, sino que sólo se le preguntarara sobre la autoría de sus escritos y si quería retractarse de ellos. Junto con su asesor jurídico, Hieronymus Schurff, Lutero quiso ganar tiempo para elaborar su discurso. Se le concedió entonces un día de prórroga. No le estaba permitido recurrir a notas escritas para hablarlo. Por eso memorizó el discurso que preparó acto seguido.

 

Es difícil de imaginar que un printing native, autor ducho, acostumbrado a las posibilidades de comunicación que brindaba la imprenta, como era Lutero, no pensara de inmediato en la difusión de su discurso en forma impresa - apenas lo tuviera escrito. Él o su círculo produjeron al menos dos manuscritos de ese discurso; uno fue a parar a la imprenta en Hagenau de Thomas Anshelm, el otro lo recibió el impresor al servicio de Lutero en Wittenberg: Johannes Rhau-Grunenberg. El manuscrito en latín, que fue enviado a Wittenberg, al final (en línea aparte) llevaba añadido en alemán: „No tengo alternativa/ ésta es mi postura/ Dios me ayude/ Amén“ (Ich kan nicht andersst/ hie stehe ich/ Gott helff mir / Amen).

 

Un saludo personal al impresor amigo

 

Probablemente Lutero no finalizara su discurso resumiéndolo con tales palabras, sino que las añadió a modo de saludo personal para el impresor amigo. Tal vez quería decir: Tal mi situación al momento; es seria; pero debo defender mis convicciones! Ahora ya, sólo Dios puede ayudarme. Ecos de expresiones y de la situación del apóstol Pablo (1 Corintios 9,16; Hechos 17,22; 27,21) no parecen casuales. Grunenberg imprimió esta frase en alemán al final del discurso en latín.

 


 

El texto impreso podría haber estado listo a fines de abril, principios de mayo de 1521. Nada se sabe sobre la resonancia del texto en su momento, ni de la línea adicional al final del mismo – que fue y siguió siendo una singularidad.

 

La historia de la repercusión del "No tengo alternativa / Ésta es mi postura" comenzó recién después de muerto Lutero. En 1546 (año de su muerte), se publicó el segundo volumen de sus obras latinas. Allí también se incluyó la tradición vinculada con Worms, incluyendo su discurso -en latín- del 18 de abril de 1521. El hermoso volumen, impreso en páginas de tamaño doble, va precedido por un prefacio a cargo de Felipe Melanchthon. En el mismo rinde homenaje a la "vida y hechos" de su gran colega (Historia de vita et actis ... Lutheri). Sobre el final del discurso en Worms aparece ahora por primera vez, como fórmula de cierre del discurso, la frase: "Ésta es Mi postura/ Yo no tengo opción/ Dios me ayude/ Amén" ("Hier stehe ich/ Ich kann nicht anders/ Gott helff mir/ Amen"). Con la muerte del héroe da comienzo, pues, la memoria - ya iniciada en parte -, la exaltación mítica, la transfiguración, la dimensión cargada de pathos. Debido a que el autoreferencial "Me / Yo" se repite, el foco queda puesto sobre el confesor solitario y valiente, de postura firme, que eleva su mirada al cielo.

 

Ya en 1548, se publicó como edición propia la "Historia ... Lutheri" de Melanchthon incluyendo el discurso de Lutero en Worms. El folleto tuvo un gran éxito y se publicó en 13 ediciones en latín y alemán y dos en francés. En todos los casos, la fórmula de cierre se imprimió de forma solemne, resaltándola con letra más grande. A algunas de estas ediciones se le adjuntó una breve biografía cronográfica en latin perpetuando al reformador en el: "Año de la Confesión en Worms 1521. A los pies del emperador, se paró ante grandes y poderosos, alli donde a orillas del Rin está Worms".

 

Leyendas que se entrelazan con Worms

 

La fórmula "Ésta es mi postura" ingresó en la historiografía ya a fines del siglo XVI. El teólogo de Estrasburgo Ludwig Rabus la incorporó a su historia de los mártires. En calendarios donde eventos especiales se registraban debajo de los días del año, se la colocó bajo las fechas del 17 o 18 de abril. La tradición de Worms incorpora elementos de leyenda: la escena de un intento de envenenar a Lutero, al que sobrevivió milagrosamente gracias a la rotura del vaso; la entrega camino a Worms de una imagen del martir Girolamo Savonarola, que le da un sacerdote en Naumburg; una conversación con el líder de combatientes mercenarios Georg von Frundsberg, quien a viva voz le habría dicho: "Monjecillo, Monjecillo, ahora vas por un camino . . . que yo y muchos comandantes, no hicimos, incluso en nuestro orden de batalla más riesgoso". Una escena de oración, que alguien habría escuchada en secreto, en la que Lutero experimentó su conversión ante Worms, tal como Pablo ante Damasco; la visita de dos judíos que ante Lutero se pelearon por la interpretación mesiánica de la palabra de un profeta a cargo de los cristianos; también la creación del más adelante tan conocido himno de Lutero "Castillo fuerte es nuestro Dios“ era localizada en Worms.

 

En la posterior historia de la recepción del mito de Worms, cada vez menos fue tema la palabra bíblica divina, a la que el Lutero histórico ligaba su conciencia y que confesaba preferir a cualquier discurso pontificio o decreto conciliar. Más bien, se coloca al confesor en el centro de atención. El siglo XVIII lo alabó por su valor imperturbable, su libertad de espíritu, su lucha contra la sujeción de conciencia y su compromiso incondicional con la ilustración.

 

Los patriotas alemanes, ante todo los del siglo XIX, vieron en él al representante de una nación que se oponía a la dominación extranjera del papa italiano y del rey español - en el contexto contemporáneo de la Francia napoleónica, y más adelante después de la derrota y el "Dictado infame" de Versalles (1919). Las obras de pintura historicista, reflejando a "Lutero en Worms" se multiplicaron: junto a la publicación de las 95 tesis y a la quema de la bula de excomunión, Worms fue con mucho el tema más popular del siglo XIX, embriagado de Lutero. Ante todo, se buscó captar el instante "Ésta es mi postura".

 

Se hizo especialmente famoso el cuadro que Hermann Plüddemann presentó en 1864; presentaba a Lutero mirando al cielo con su mano derecha patéticamente levantada y la otra apoyada sobre la Biblia. El emperador Guillermo I. mandó hacer copias al óleo y las hizo colgar en todas las escuelas de Prusia.

 

 


 

 

La historia de la recepción de Lutero en Worms dio varios frutos más. El obispo de Oslo, Eivind Berggrav, vio en la escena de Worms una justificación para la resistencia contra Hitler. Aquí -decía Berggrav- Lutero puso en práctica la regla apostólica de obedecerle antes a Dios que a los hombres (Hechos 5,29). Al defender los derechos civiles de los afroamericanos, también Martin Luther King se inspiró en el ejemplo del fraile alemán. Hasta hoy en día, muchos cristianos protestantes consideran a Lutero en Worms como un símbolo de valor cívico. Pero incluso los enemigos de nuestra democracia utilizan el "Ésta es mi postura – no tengo otra opción", en su propaganda electoral, tratando de legitimar incorregibilidad, obcecación e intolerancia mediante el recurso al supuestamente inamovible e inquebrantable varón de Wittenberg.

 

Lo que se puede decir a modo general en cuanto a esta figura dominante, vale también para "Lutero en Worms“: no se lo consigue sin tensiones, sin ambivalencias. No es facil hacer encajar a Lutero – ni siquiera en en un rol apacible como ejemplo de valor cívico; allí es donde lo ubican los dirigentes eclesiásticos en la actualidad, con tendencia al reduccionismo ético. Lutero era una persona de extremos, apasionada, atormentada y con dudas, con una capacidad de entrega total y contradicciones vibrantes. Eso lo hace tan interesante, tan discutible, tan irritante, tan fascinante. "Lutero en Worms" – una imágen de facetas múltiples, cuya variedad de interpretaciones y recepciones históricas revela bastante sobre Lutero y la historia del protestantismo, sobre su grandeza y sus límites.

 

Autor de este árticulo es Thomas Kaufmann (*1962) - teólogo, historiador de la Iglesia, especializado en la historia de la Reforma, catedrático en la Universidad de Göttingen y pastor.

Se publicó el 4 de Abril 2021 en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung

 

Traducción: Alejandro Zorzin 

 

11 abr 2021

Martin Lutero – en tiempos de pandemia



Textos para una clase abierta -via Zoom- por la
 
Comunidad Teológica de México / Instituto Internacional de Estudios Superiores

 - 30 de octubre 2020

 

 

Sobre la muerte o la peste – que arrasa y sigue perdurando

 

Xylograbado del artista anónimo – llamado “Maestro del Petrarca“ (por sus ilustraciones creadas en 1519 para la obra De remediis utriusque fortunae del humanista italiano).  Sobre el margen izq. se ve a un peon muerto junta al cadaver de un caballo. En primer plano yace un campesino también fallecido rodeado por cadáveres de un perro, un gato, un gallo y dos palomas. En el lecho el enfermo ha sido atendido por el médico, que le abrió el ganglio axilar del que drena pus. Con un paño empapado en vinagre tanto el médico como la mujer se cubren nariz y boca para protegerse de los „vahos infecciosos“. En el espacio vacio del  diseño original (1519) estarían representados los santos protectores de la peste: San Sebastián y San Roque. Los mismos fueron eliminados del taco, cuando la obra finalmente se imprimió en 1532 (ya entonces establecida la reforma evangélica con su crítica de la devoción a los santos como idolatría).

De este artista se han conservado unas 730 xilografías. Se lo considera uno de los mejores ilustradores de su época. Reflejó con notable realismo al ser humano de su época, personas en escenas cotidianas de la sociedad del siglo XVI. Con su habilidad logró captar tanto escenas del mundo rural como urbano con lujo de detalles. Sus grabados se utilzaron e imprimieron en distintas ciudades entre 1518 y 1620, pasando los tacos de dueño a dueño. En especial en las grandes imprentas de Augsburgo, Estrasburgo, Nuremberg, Maguncia, Frankfurt, Landshut y Venecia.

(Fuente: Walther Scheidig: Die Holzschnitte des Petrarca-Meisters, Berlin 1955, p. 295)

 

Durante el siglo XIV a causa de la peste había muerto un tercio de la población de Europa. Se suponía que la pandemia era causada por aire contaminado, por emanación de vahos inmundos. En ese entonces no se sabía que la plaga era transmitida por la picadura de pulgas que vivían en las ratas.

Durante el siglo XVI la epidemia varias veces afectó a Wittenberg. Ante un nuevo brote de la epidemia de inmediato se aislaba a los afectados en el hospital o en sus propias viviendas. Las puertas de las casas de gente afectada por peste se tapiaban y se les pasaba comida a través de una rendija. Toda la vida pública se paralizaba y mucha gente huía a lugares alejados, no afectados por la plaga.

A causa de epidemias de peste la universidad de Wittenberg en varias oportunidades se trasladó a otros lugares de Sajonia: en 1506 a Herzberg, en 1527 y 1536 a Jena, en 1552 a Torgau.

Lutero era uno de los pocos habitantes que permanecía en Wittenberg en tiempos de epidemia, brindando asistencia pastoral a los afectados. En sus sermones exhortaba a la gente a quedarse en la ciudad por mero amor al prójimo, y para que parientes enfermos no quedaran abandonados en medio de la crisis.

En cinco oportunidades vivió tiempos de peste en Wittenberg: 1516, 1527, 1535, 1538 y 1539.

 

El 26 de octubre de 1516 (un año antes de hacer públicas sus 95 tesis contra las indulgencias), Lutero le escribía a Johann Lang (monje augustino y colega suyo en la ciudad de Erfurt):

 

"... Me escribes que ayer comenzaste a dictar cursos sobre el segundo libro de las Sentencias [de Pedro Lombardo]. Mañana yo comenzaré con la carta a los Gálatas, aunque dudo que la peste me permita continuar lo que acabo de iniciar. Por aquí la plaga a lo sumo (pero no todos los días) se lleva a dos o tres. El herrero, nuestro vecino de enfrente, hoy sepultó a un hijo que ayer estaba sano; el otro [hijo] yace infectado. ¿Qué puedo decir? Está aquí y empieza de forma brusca y repentina, especialmente en gente joven. ¡Y tú y contigo el magister Bartolomé me aconsejan que huya! ¿A dónde he de huir? Espero que el mundo no se derrumbe cuando caiga el hermano Martin [Lutero]. Pero si la plaga se extiende, dispersaré a los hermanos [del monasterio augustino] por todos lados. Fui colocado aquí [por orden superior]; por obediencia no dispongo de libertad para huir, ... no, hasta tanto quien me diera la orden vuelva a dar otra nueva. No es que yo no tema a la muerte (pues no soy el apóstol Pablo, sino apenas alguien que dicta cursos sobre el apóstol Pablo). Pero tengo la esperanza que el Señor me arrebate fuera de mi miedo."

(Fuente: Martin Luther, Werke. Kritische Gesamtausgabe (Weimarer Ausgabe). Briefe, vol. 1, p. 72 – trad. A. Zorzin)

 

En 1527 – nuevamente con peste en Wittenberg – Lutero escribe una obra con título en forma de pregunta: „Si cabe rehuirle al riesgo de muerte. En la misma afirma  comprender a quienes optaban por abandonar regiones afectadas por la peste. Huir de ella no era pecado. Pero la preocupación de Lutero gira en torno a cómo preservar la organización y estructuras en la ciudad afectada por la peste; por eso exige que funcionarios, sacerdotes y familiares a cargo del cuidado de sus enfermos permanezcan en el lugar. La enfermedad no era un castigo divino, sino que la originaba el diablo – por ende la peste ponía a prueba la fe. En consecuencia prestar asistencia médica e implementar medidas de protección eran la reacción legítima y adecuada. No obstante, el verdadero médico y fuente de consuelo en definitiva seguía siendo Cristo. A su vez Lutero condenaba duramente la falta de responsabilidad por parte de enfermos leves, que mezclándose entre personas sanas las contagiaban. En una parte del texto Lutero plantea:

"[...] enfócalo de esta manera: si –pues– por disposición divina, el enemigo [= diablo] envió veneno y alimañas mortíferas, pediré a Dios que tenga misericordia de nosotros y nos proteja. Siendo así, fumigaré [las casas], ayudando a purificar el aire, daré y tomaré medicina, evitaré los lugares y personas donde no se me requiera, para así no cometer un descuido y envenenar y contagiar a otros, convirtiéndome por mi negligencia en causa de muerte para ellos. [...] Pero en el caso que mi prójimo me necesite, no evitaré lugar ni persona alguna, sino que libremente iré para ayudar. [...] He aquí una fe respetuosa de Dios, que no es ni temeraria ni insolente, ni tienta a Dios.“
(Fuente: Johann Georg Walch (Ed.): Dr. Martin Luthers Sämtliche Schriften; vol. 10 (reedición: 1987); col. 2020 - trad. A. Zorzin).

 

Para ese entonces Lutero estaba al tanto de cierto tipo de precauciones médicas, como p. ej. el traslado de cementerios –que solían estar junto a las iglesias– límites afuera de las murallas de la ciudad:
"[...] Por el momento, dejo que opinen los doctores en medicina y todos los que estén mejor informados, sobre si es peligroso tener cementerios dentro de la ciudad. Pues no sé ni entiendo, si de las tumbas salen emanaciones y vahos que cargan el aire. Si ese fuera el caso, [...] hay razón suficiente para ubicar al cementerio en las afueras de la ciudad. Pues, …, todos llevamos responsabilidad de evitar el veneno por cualquier medio posible."

(Fuente: Johann Georg Walch (Ed.): Dr. Martin Luthers Sämtliche Schriften; vol. 10 (reedición: 1987); col. 2026 - trad. A. Zorzin).

 

En medio de rumores sobre un nuevo brote de peste en Wittenberg (en el verano 1535), Lutero recibió la propuesta de trasladarse con su familia a un lugar más seguro. Quien se lo sugería era la máxima autoridad política en Sajonia: el príncipe elector Juan Federico I. (* 30 Junio 1503 - † 3 Marzo 1554; en el trono real a partir de 1532).

En su carta de respuesta al príncipe, Lutero emplea el estilo formal y sumiso en el encabezado de la misma. Pero acto seguido justifica su decisión de permanecer en Wittenberg echando mano a un estilo jocoso y lleno de ironía. Vincula los rumores y temores ante la pandemia con falta de apego al estudio en la época veraniega. Es lo que percibe en la mayoría de los estudiantes de la universidad y con ironía detalla una sintomatología imaginaria, detectable en los elementos y enseres de estudio. Para Lutero una ausencia suya de Wittenberg podría causar un abandono de los estudios (en el semestre estival en curso) y en consecuencia, menos futuros maestros, pastores y líderes formados en la teología de la Reforma. Ello debilitaría al movimento de renovación evangélica ante los embates de los católico-romanos.

„Al más sereno y en alta cuna nacido Príncipe y Señor, a Don Juan Federico, Duque de Sajonia y Príncipe Elector, Archimariscal del Sacro Imperio Romano, Landgrave en Turingia y Margrave en Meissen, mi más agraciado Señor.

Gracia y paz en Cristo, junto a mi sencillo Padre-Nuestro. Serenísimo, en alta cuna nacido príncipe, agraciado señor mio! El canciller de Vuestra venerable Alteza, el Dr. Brück, me ha indicado que Vuestra Alteza tuvo la gentileza de ofrecerme refugio, en caso que por aquí comenzara a difundir la mortandad. Y agradezco muy sumisamente a Vuestra Alteza tan gentil preocupación y ofrecimiento, y sabré darle sumisa respuesta, si tal situación se diera.

Pero el alguacil Hans Metzsch es mi confiable gallo centinela, y hasta el momento ha tenido una muy sobria nariz de buitre para detectar peste, y aunque la peste estuviera a cinco codos bajo tierra, probablemente la husmearía. Como él [Metzsch] sigue aquí, no puedo creer que haya peste por estos lugares.

Es cierto que en una casa o dos hubo mosquerío, pero el aire aún no está envenenado. Porque desde el martes [6 de julio] no se encontró cadáver ni enfermo alguno; pero como los días de calor aprietan y asustan a los jóvenes, estuve de acuerdo en que se les deje andar paseando por ahí, para que sus pensamientos se calmen hasta tanto se logre vislumbrar que irá a ocurrir. Pero noto que a los jóvenes les gusta oír semejante alarmismo de peste, pues algunos tienen llagas en sus mochilas, otros cólicos en sus libros, algunos costras en sus plumas, otros gota en sus papeles. A muchos se les ha enmohecido la tinta y otros devoraron las cartas enviada por sus madres, lo que les hace añorar su pago y es probable que haya más debilidades de este tipo, de las que pueda yo narrar.

El peligro es que padres y superiores no ayuden y controlen enfermedades [imaginarias] tales con rigor y todo tipo de medicina, ya que entonces en el país habrá mortandad generalizada, al tal punto que ya no será posible encontrar ni a un predicador, ni a un pastor, ni a un maestro de escuela. Y así finalmente los cerdos y canes vanidosos llegarán a ser los mejores del plantel, algo que diligentemente pretenden lograr los papistas. Pero quiera Cristo, nuestro Señor, otorgar a Vuestra Agraciada Alteza, como hizo hasta ahora, gracia y misericordia - junto a las demás piadosas autoridades cristianas, para obtener una fuerte medicina y farmacia contra este tipo de enfermedad, para alabanza y honor a Dios y frustración de Satanás, enemigo del saber y de la disciplina. Amén.

[…] Viernes después de la Visitación a Maria [= 9 de julio] 1535.

Para con Vuestra Agraciada Alteza Electoral
sumisamente                          Martín Lutero“

(Fuente: Johann Georg Walch (Ed.): Dr. Martin Luthers Sämtliche Schriften; vol. 21b (reedición: 1987); col. 1979s. - trad. A. Zorzin)

                                                                                 

En 1539 la "Muerte Negra" – nuevamente asoló a Wittenberg. La irrupción de la plaga en la ciudad generó reacciones de pánico. En un sermón Lutero exhorta a los lugareños, a no huir de la ciudad en tiempos de peste.  El contenido del sermón se conservó por notas que alguien tomó durante el mismo:

 

„Primero [Lutero] criticó severamente a quienes difundían rumores sobre la peste; inmediatamente después convenció a los ciudadanos de que por ser lugareños no huyeran. Dijo que era realmente impío que abandonaran a los suyos, pues era un hecho que en épocas anteriores (de peste) había sido más la gente muerta por hambre y sed que a causa de la peste. Por lo tanto, los exhortó a sobrellevar voluntariamente (el azote por) la vara de de Dios Padre.

La peste no es más que una purificación en el mundo sin crueldad exterior alguna; en la que incluso los piadosos se duermen suavemente en apenas un instante. No se dejen asustar por el griterío sobre la peste, no le hagan -tratando de huir- semejante favor al diablo, por más que la peste esté llegando a tu casa, a tu cama, a tu cuna y a tu mesa. Tenemos un motivo para oponernosle tercamente: Cristo ha resucitado (Rom 8:31). Teniéndolo como mediador y por lo que enseña la vida, ¿por qué nos horrorizamos tanto ahora, más incluso que bajo el Papado, si en medio de aquellas tinieblas eramos mucho más despiertos? ¿Qué más va ser, que el diablo disparando veneno contra algunos? Dispone de un [solo] cañón para hacerlo.

A ustedes, los que quieran irse lejos, los exhorto a que provean a la ciudad de funcionarios, médicos, cirujanos y enfermeros para asistir a los pobres que en el hospital viven de la caridad pública, y a que animen tanto a unos como a otros, entre los capacitado para ejercer tales cargos, a hacerlo, o si no, expulsenlos de la ciudad. Además a todos los que huyen dejando atrás a los suyos, les digo que no habré de dejar a los pobres abandonados en necesidad, sino que haré traer vuestra leña del campo para que se la use, y también distribuiré vuestro acopio de granos, cerveza y todo lo utilizable en favor de los pobres; así que estáis advertidos. No corresponde huir de esta manera, sino que debemos hacer lo que Cristo dice (Mt 25:35) al enunciar: Tuve hambre y no me disteis de comer, etc.

Bien saben que nunca le escapé a la peste, sino que la soporté con toda mi casa y mi familia. Siendo igual de importante que tú, podría haber huido con la conciencia tranquila, en especial por orden del Príncipe. Pero no. Quien como lugareño está ligado a esposa, hermanos, hijos, hermana, vecino, se queda y ayuda y brinda consuelo en situación de peligro general; cada uno de nosotros le debe una muerte al otro. Así que ahora soy vuestro pastor y sustituto, quedo atado al púlpito, del que no me harán huir ni cien pestes; sino que estoy dispuesto a visitar a los enfermos con mis colegas sacerdotes. Si morimos en esta obra de amor, que sea la hora apropiada para nosotros, preferible a mil años de vida. Por lo tanto, sean valientes y dejen de lado pensamientos de horror y de fuga.

En el Señor intenten aguantar la brevedad de apenas una hora, pues a fin de cuentas morir se ha de morir igual. Más aun en este tiempo tan peligroso, de desesperada maldad tanto del campesinado como de la nobleza, nadie debería aferrarse a la vida. La peste es una limpieza tan a fondo del mundo, que no sé bien cómo orar en su contra, siendo que ningun otro puede o quiere ejercer el castigo. Sí, a veces le pido a Dios que venga con la peste y ejerza castigo y vacíe las calles para que los campesinos vean para quiénes –con justicia o sin ella- fueron reuniendo monedas de oro, y así todos sean movidos al arrepentimiento. Por lo tanto, los que somos del lugar, no enfurezcamos a Dios para que no nos golpée con un castigo todavía mayor, sino soportemos unidos la varillita de azote cuando la misma llegue.

Si morimos ahora, ya no hemos de temerle por muchos años. Querido, ¿cuándo quiso venir Dios y que nos resultara conveniente, y que no le temiéramos a la muerte? Cuando viene, ... no queremos, y no obstante, cuando Él quiere, debemos. Por lo tanto, muramos cuando Él quiera, y no codiciemos vivir tanto como deseamos. Mas no quiero ser causa de que aquí se ponga a prueba a Dios, ni quiero que nadie se lance presuntuosamente al peligro sin motivo y sin función precisa; pero los que son de este lugar, por la ley del amor y en virtud de sus funciones, han de dejar a un lado incluso el mayor de los peligros. Porque es glorioso morir en el cumplimiento de un ministerio impuesto y fijado por Dios. Ya lo he experimentado dos veces en tiempo de peste (pues podría haber huido) - que [ella] en nada logra (contra la voluntad de Dios) afectar a los piadosos, incluso cuando por instigación del diablo intenta afectarlos. He sido preservado de ello con toda mi familia, incluso cumpliendo mi ministerio predicando, y aunque podría haber huido, nunca me aislé de la comunidad. ¡Cuánto quisiera, que mi mayor impugnación proveniera de los horrores de la peste!

Los estudiantes foráneos, que son enviados aquí por sus padres a estudiar y que no han crecido en la ciudad y en sus casas, pueden huir - no les podemos bloquear los portones. Pero quienes son del lugar, tienen otro tipo de responsbilidad. ¿Acaso crees que se pueden reclamar todas las libertades y beneficios que brinda la ciudad cuando hay felicidad, salud y paz, pero fugarse de los vecinos, que a menudo les han servido de diferentes maneras, cuando las cosas vienen mal? Sin embargo advierto y pido a los estudiantes, ya que la peste aún no ha llegado a nosotros, que no huyan, no sea que dispersen innecesariamente nuestra universidad con su huida a destiempo.“

(Fuente: Johann Georg Walch (Ed.): Dr. Martin Luthers Sämtliche Schriften; Vol. 10: Katechetische Schriften (reedición: 1987); col. 2028-2033; trad. A. Zorzin)

 

La palabra de Lutero tenía peso; sus sermones calaban más hondo entre sus conciudadanos que los anuncios oficiales. Por eso la cancillería del príncipe Elector sajón, el ayuntamiento de Wittenberg y la universidad recurrían a Lutero como portavoz, especialmente en tiempos de crisis.

Lutero no exigía a los demás algo que él mismo no cumpliera; en épocas de peste permanecía en Wittenberg junto a quienes quedaban relegados cuando los estudiantes, docentes, funcionarios (incluso médicos) huían en tiemps de pandemia. Aunque Lutero no cuestiona a quienes buscaban protejerse del riesgo de infección saliendo del hacinamiento urbano al campo, insiste en que funcionarios y profesionales no debían descuidar sus responsabilidades, dejando sin asistencia a los enfermos y a la estructura urbana sin funcionarios.